—¿Por qué debería ser igual que los demás? Soy un tipo bastante único, ¿sabes?
Sus ojos se abrieron ligeramente, la pura audacia de su tono tomándola por sorpresa. Pero el momento pasó tan rápido como llegó, y ella apretó los dientes, dándose cuenta de que él no iba a detenerse.
«Va a seguir avanzando», pensó, con el pulso acelerándose.
Odiaba lo que estaba a punto de hacer. Odiaba la vulnerabilidad que exigía, la cruda exposición. Pero si era la única manera de detenerlo, de demostrar su punto, que así fuera.
Sus manos temblorosas se movieron hacia el borde de su velo, su respiración entrecortándose mientras dudaba. Podía sentir las marcas bajo sus dedos, las grietas y manchas descoloridas que estropeaban su piel.
«Si esto no lo ahuyenta», pensó con amargura, su pecho oprimiéndose, «nada lo hará».
Con un tirón brusco, se quitó el velo, revelando completamente su rostro.