Dulce

Emilia estaba tan cerca de él. Sentía que nunca lo había visto tan claramente. Sus cejas eran negras como el carbón. Estaba frunciendo el ceño y sus ojos se curvaban hacia arriba. Ahora entrecerró ligeramente los ojos, lo que de alguna manera hizo que Emilia pensara que estaba en peligro. Olía a cigarrillo, que junto con su rostro frío le daba una sensación distante.

Los dedos de Vicente estaban fríos. Cuando tocó su piel caliente, se sorprendió un poco. Bajó la cabeza ligeramente y vio las mejillas rojas de Emilia.

¿Estaba drogada otra vez?

Usó algo de fuerza para levantar el rostro de Emilia. Su piel era suave. Sus hermosos ojos estaban bien abiertos. Y cuando lo vio, relajación y alegría brillaron en sus ojos.

Esta expresión una vez más deleitó a Vicente. Tiró el cigarrillo y exhaló algo de humo.

El olor a nicotina de alguna manera despertó a Emilia. Agarró la mano fría en su barbilla y le preguntó a Vicente:

—¿Puedo tener un cigarrillo?