Emilia no respondió, porque Vicente caminó rápidamente hacia la puerta y dijo en un tono frío:
—Jaquan, llévala de vuelta.
Arabella lo miró fijamente, con lágrimas cayendo sin darse cuenta. Hubo otro relámpago afuera, y la lluvia intensa cayó instantáneamente. Golpeaba los árboles en el patio, y podían sentir el frío que venía con la lluvia.
Jaquan apareció de alguna manera, puso su abrigo sobre Arabella, y salió con ella en sus brazos.
Arabella lloró mientras se daba vuelta bajo la lluvia y gritó:
—Vicente, ¿alguna vez me has querido? ¿Lo has hecho? Todos estos años, ¿te has enamorado de mí aunque sea una vez?
Se quedó allí como si nunca se fuera a ir antes de escuchar la respuesta.
Jaquan se sintió molesto y miró hacia otro lado.
Vicente fue decisivo y su voz sonó extremadamente indiferente:
—No.