—¿Por qué? —Emilia siempre había creído que no existía tal cosa como un almuerzo gratis. Eliot le había enseñado a no dejarse engañar por beneficios temporales y perder en las pequeñas cosas. La gente no comerciaba a pérdida. Si alguien te invitaba sin razón, debía estar tramando algo.
Después de un rato, pensó en algo y le dijo a Ferne:
—¿Quieres que Vicente te pague, verdad?
Al escuchar sus palabras, Ferne no pudo evitar reírse.
Harold se apresuró a decir:
—Srta. Emilia, este hotel le pertenece a él.
Emilia de repente se dio cuenta de lo que estaba pasando. Le dijo a Ferne:
—Te lo devolveré. —Luego, jaló a Harold y corrió dentro del hotel como una ráfaga de viento.