Ferne miró las pinturas desplegadas sobre la mesa. Tenía que admitir que eran bastante buenas. La concepción artística era bastante limpia, pura y pacífica. En la esquina había una pequeña firma: Britt.
—¿Quién es el pintor? —preguntó Ferne casualmente.
Emilia señaló a Harold y dijo:
—Él.
Harold:
....
Ferne asintió. Ahora entendía lo que había sucedido. Miró a Harold con lástima, como diciendo «Es realmente duro trabajar para alguien más. Qué patético».
Harold le devolvió una mirada fulminante. Su expresión decía por sí misma: «No necesito tu compasión».
Sin embargo, Ferne se equivocó. Lo que interpretó de la mirada de Harold fue «Sí, sí, después de todo ella paga». Inmediatamente, dirigió su mirada compasiva hacia Emilia.
—¿Por qué no conservas la tarjeta que Armando te dio la última vez? El dinero es suficiente para que vivas cómodamente el resto de tu vida.
—Me siento más tranquila gastando mi propio dinero —Emilia miró silenciosamente la pintura sobre la mesa.