—¿Quieres que instale el sistema? —preguntó el robot.
—Hay un dispositivo de rastreo. Solo envía las imágenes —dijo Vicente.
La cama se movió y el robot dijo:
—Espérame.
Después de eso, el robot de 30 cm de altura pasó entre los dos y caminó hacia la cama. El robot se metió entre las gruesas cortinas de la cama. Emilia alcanzó a ver una espalda larga y delgada, seguida por un destello de luz de una computadora.
Había una computadora allí.
Probablemente había algún tipo de sistema de conversión de texto a voz. Él escribía y el robot convertía a voz.
Unos minutos después, el robot salió de nuevo. Incluso tenía una maleta con un impermeable y un cargador dentro. Este robot actuaba diferente a otros robots grandes que se movían de manera torpe y mecánica. No parecía un robot en absoluto.
Este robot era una creación tan exitosa que merecía un récord mundial.