Armando no era una persona de aperitivos. Simplemente usaba un antiguo jarrón de cerámica pintado con flores de ciruelo como papelera. Cuando se abría la tapa, emanaba de él una fragancia de flores de ciruelo.
La gente sería reacia a tirar basura en un recipiente así, pero no Janessa. Ella arrojó esas cáscaras de semillas dentro y comenzó a pelar esas castañas.
Parecía pura como un hada, pero en realidad era despreocupada e imprudente. Actuaba por impulso y hacía las cosas a su manera. Sería amable si estaba feliz, pero lo contrario si no. En aquellos días cuando Armando la seguía, lo primero que tuvo que aprender fue a observar sus cambios de humor. Por eso Armando podía saber todo lo que disgustaría a Janessa cuando ella fruncía el ceño o hacía pucheros.