Ella podía oír a Yu Baoyin murmurando:
—Hermana... Hermana... Lo siento.
El dolor en sus ojos nublados era evidente para Nanzhi. Incluso en su estado inconsciente, Yu Baoyin luchaba, sin querer lastimar a Nanzhi.
Yu Baoyin se desplomó sobre la cama después.
Ese breve intercambio hizo que Nanzhi se levantara abruptamente. Agarró una mochila, envolvió a Baoyin en una manta y se apresuró a cargarla.
Lo que no esperaba era que cuando abrió la puerta, vio a otros cargando también a sus familiares inconscientes. Entre ellos estaba Lin Yicheng.
Nanzhi tragó un nudo nervioso en su garganta. El rostro del pequeño niño estaba enrojecido, su respiración superficial y débil. Sus manos se aferraban a la áspera manta como buscando consuelo.
Las venas negras en sus brazos y mejillas eran inconfundibles.
Se retorcía contra las manos de los soldados y su abuelo como un cachorro herido, gimiendo en su sueño.
«Cariño».