Lin Yicheng, siempre siendo el pequeño dumpling considerado, había preparado regalos para todos. Con una mirada concentrada en su pequeño rostro, orgullosamente repartió caligrafías en papel rojo con sus propios escritos, cada una una obra maestra de buenos deseos.
«Feliz Año Nuevo, brillante y verdadero. Que la alegría y la risa permanezcan contigo. Los grandes sueños brillan como estrellas arriba. ¡Un año de esperanza, un año de amor!»
Nanzhi, viendo la exquisita artesanía de su trabajo, no pudo evitar maravillarse.
—¡Mi amor es tan talentoso! —exclamó, su corazón hinchándose de orgullo.
Lin Yicheng, sin ocultar su astucia, susurró con su vocecita:
—¡Le pedí a mi Abuela y a mi Tío que me enseñaran!