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La persona con la cara marcada en el asiento trasero era Gran Colmillo. Frunció el ceño profundamente. —¡Ese hermano inútil mío! ¡Ni siquiera pudo esperar treinta minutos! Ya le informé al Jefe sobre el huevo... ¡¿ahora cómo se lo voy a explicar?!
Se habían encontrado con bestias alienígenas en el camino, por lo que la promesa de cinco minutos se convirtió en treinta.
La operación debía ser simple: un grupo distraería a las hormigas mientras el otro robaba el huevo. Pero por alguna razón desconocida, su hermano menor lo había arruinado, llevando a esta situación.
¡Hmph! ¡Solo podía culparse a sí mismo!
¡Pero sin importar qué, tenían que recuperar el huevo! El Jefe era despiadado con aquellos que consideraba inútiles.
Gran Colmillo estaba furioso por la muerte de su hermano menor, pero más que eso, temía lo que el Jefe haría si regresaban con las manos vacías.
—¡Jefe, encontré marcas de ruedas de un vehículo diferente cerca de un pequeño vecindario!