Para su conveniencia, conoció a un hombre muy confiado. El hombre también cayó en su acto lastimero, y el tonto lo dejó entrar, incluso ayudándolo a infiltrarse en la administración de la base. Con eso, recopilar información sobre la administración y seguridad de la base fue fácil.
—Mi nombre es Lao Gong. Puedes llamarme Tío Lao. Mientras no seas perezoso, podrás encontrar algo para comer.
Mingsi bajó la mirada, su expresión perfectamente calculada: sumisa, agradecida y humilde.
Unos días después, el Tío Lao se le acercó de nuevo.
—El líder de la base necesita más hombres para patrullar. Te inscribí. Puedes seguirme a partir de ahora.
Qué tonto.
Aunque Mingsi ahora tenía un suministro estable de energía, no estaba satisfecho. No quería solo comida, refugio o seguridad: quería poder. Verdadero poder.