Perdiendo la Paciencia

A la mañana siguiente, Rayne y Julian partieron en su viaje de búsqueda como de costumbre.

¡Todos los que estaban despiertos en ese momento les desearon suerte y un viaje seguro!

El sol apenas comenzaba a salir, así que el aire todavía se sentía un poco fresco pero reconfortante.

—Conduciré primero y podemos cambiar después de unas horas —sugirió Rayne.

Julian le quitó las llaves de las manos y sonrió:

— Como si te dejara conducir cuando apenas puedes mantener los ojos abiertos. Vas a descansar, yo conduciré.

Rayne estaba a punto de protestar, diciendo que estaba bien, pero terminó dejando escapar un gran bostezo que le hizo lagrimear los ojos.

Julian le lanzó una mirada y se dirigió al lado del conductor mientras Rayne se tambaleaba hacia el lado del pasajero.

—¿Dijiste al lado opuesto de la ciudad? ¿Hacia la costa? —preguntó.

—Ajá, al este de la ciudad —murmuró Rayne. Sacó una manta esponjosa y se dio la vuelta en su asiento para tomar una siesta.