Capítulo 4: Reencuentros, rivalidades y una entrada explosiva

La explanada principal de la Academia Real de Magia de Asteria estaba abarrotada. Cientos de estudiantes, todos con uniformes recién planchados y varitas recién compradas, se formaban en filas casi perfectas frente al gran escenario de cristal flotante. Encima de él, las banderas del Reino y de la Academia ondeaban con magia.

Dargan Zevalen, con su chaqueta de cuero negra y pantalones rasgados, destacaba como una mancha de tinta en una hoja blanca.

—¿Qué es esto? ¿Un desfile militar o una secta elegante? —murmuró mientras se estiraba.

Algunos estudiantes lo miraron con una mezcla de incomodidad y curiosidad. Otros, directamente, se apartaron. Excepto uno.

—…No puede ser…

Dargan se giró al escuchar la voz. Un chico de cabello castaño rojizo, túnica ligeramente torcida, ojos verdes como hojas frescas, lo miraba como si viera un fantasma.

—¿Erian…? —Dargan entrecerró los ojos.

—¡Dargan Zevalen! ¡Eres tú! ¡No puedo creerlo! —exclamó Erian Veltor, acercándose de un salto y casi tropezando con sus propios pies.

—Vaya, ¿el pequeño Veltor? ¿No habías sido abducido por duendes, o algo así? —bromeó Dargan.

—¡Mi familia se mudó! No fue por voluntad mía… siempre quise volver, pero… —Erian se detuvo al ver la expresión relajada de su viejo amigo.

Dargan le dio un golpecito en la frente.

—Tranquilo, gallina. Me alegra verte, aunque parezcas recién salido de una tienda de uniformes que explotó.

—¡Aún no sé cómo se pone bien esta capa! —se quejó Erian, intentando arreglarla sin éxito.

—Déjala así, tienes estilo de desastre. Me gusta.

Antes de que pudieran seguir poniéndose al día, una voz amplificada resonó desde el escenario:

—Bienvenidos, estudiantes de primer año, a la Academia Real de Magia de Asteria. —Era la voz de la directora, una mujer de mirada filosa y presencia imponente. Su túnica negra decorada con gemas parecía absorber la luz a su alrededor—. Aquí forjarán su futuro… o serán olvidados en la historia.

Un murmullo inquieto recorrió la multitud. Dargan sonrió.

—¿Siempre tan motivadores en esta academia?

—Shh… creo que hay más —susurró Erian.

—Los más prometedores de entre ustedes serán parte de la Clase Alfa. Una sección reservada para prodigios, herederos, y excepciones peligrosamente talentosas.

Dargan alzó una ceja.

—¿Peligrosamente talentosas? Suena como un cumplido para mí.

—Tendremos ahora una breve presentación de quienes se unen como seleccionados Alfa —continuó la directora—. Y, por supuesto, nos honra la presencia del joven Dargan Zevalen.

Un foco de luz mágica cayó sobre él.

—¿Qué? ¿Yo? ¿Ahora? —preguntó, levantando una ceja mientras se rascaba la nuca.

—Sube, Zevalen. Hazlo sencillo… o entretenido —dijo un profesor con lista en mano, con expresión resignada.

Dargan caminó hacia el escenario sin apuro, manos en los bolsillos. Al subir, se giró hacia la multitud y sonrió con travesura.

—Hola. Soy Dargan. Hago magia. A veces explota. A veces no. ¡Pero siempre es divertido! —alzó la mano y una lluvia de chispas azules salió disparada al cielo, formando la palabra "¡Boom!" flotando en el aire.

La directora suspiró profundamente. Erian aplaudió tímidamente. Algunos estudiantes rieron. Otros se alejaron un poco más de él.

Justo cuando bajaba del escenario, se topó con alguien que subía.

Un chico alto, de cabello plateado y uniforme perfecto. Caminaba con la postura de un noble enjuiciando al mundo. Lo miró de reojo.

—Así que tú eres el Zevalen problemático. Esperaba más.

—Y yo esperaba menos de alguien con una escoba en la espalda, pero aquí estamos —replicó Dargan con una sonrisa torcida.

—Ardyn Lioras. Recuerda el nombre cuando me veas en la cima —dijo sin emoción.

—¿La cima de qué? ¿La torre de egocentrismo?

Ambos se cruzaron con chispas invisibles entre ellos. Erian, desde el fondo, ya temía un duelo antes de clases.

—Y por si fuera poco… —dijo una voz femenina y melodiosa detrás de ellos—. La fiesta no estaría completa sin un poco de oscuridad.

Una chica con cabello negro con reflejos morados y ojos amatista pasó entre ellos. Tenía el uniforme... modificado. Una manga arrancada, botas con correas extrañas, y una sonrisa de alguien que había visto cosas.

—Sylha Nox. Encantada de conocer a los demás bichos raros de la Clase Alfa.

Dargan la miró con interés. Ardyn frunció el ceño. Erian parecía un conejito atrapado entre depredadores mágicos.

—¿Bichos raros? —repitió Dargan—. Me agrada cómo piensas.

—Tú también. Pero cuidado. Soy explosiva... en varios sentidos.

Dargan sonrió.

—Perfecto. Me estaba aburriendo ya.

La ceremonia continuó, pero el verdadero inicio de la historia ya había comenzado.

Y la Clase Alfa, con sus personalidades peligrosas, estaba a punto de descubrir que su mayor reto… no sería la magia, ni los monstruos, ni los exámenes.

Sería convivir entre ellos sin incendiar la academia.

Fin del capítulo.