Capítulo 7: Evaluación individual... o cómo casi incendiar el campus

—Hoy serán evaluados. Solos. Sin ayuda. Y sin llorar —declaró el profesor Halbram Voreck, de pie al frente del Coliseo de Pruebas Mágicas, una gigantesca cúpula mágica que se reconfiguraba internamente para cada reto.

Los estudiantes lo miraban con mezcla de miedo, emoción y sudor frío.

—Cada uno enfrentará un desafío mágico personalizado. Las pruebas medirán su afinidad, control, instinto y… tolerancia al caos.

Dargan bostezó exageradamente.

—¿Tolerancia al caos? Me siento ofendido. Yo soy el caos.

—Eso explica tus calificaciones anteriores —replicó Halbram, sin perder el ritmo—.

—Y tu falta de paciencia con mi brillo natural.

Erian, junto a él, se frotaba las manos nerviosamente.

—¿Y si la esfera me ataca de nuevo?

—Tú puedes, Erian. Solo recuerda no invocar una rana elemental esta vez.

—¡Fue un accidente mágico espontáneo!

Halbram levantó una tablilla rúnica y anunció:

—¡Primero: Sylha Nox!

Sylha caminó con tranquilidad, como si fuera un paseo. Su cabello oscuro ondeaba como humo, y sus ojos brillaban con esa mezcla entre curiosidad y aburrimiento.

La barrera mágica se cerró tras ella. En el interior, un campo sombrío se manifestó, lleno de espejos flotantes.

—Oh... qué original —murmuró Sylha. Y alzó la mano.

Sombras suaves como burbujas comenzaron a flotar a su alrededor, reflejándose infinitamente en los espejos. Una de ellas se expandió... y explotó con un plop que desató una ola de confusión mágica entre los espejos. Algunos comenzaron a temblar, otros a duplicarse.

Sylha se estiró como si estuviera en una clase de yoga.

—¿Eso era todo? Me siento subutilizada.

Halbram solo murmuró algo como "anotado", y llamó al siguiente.

—Ardyn Lioras.

Ardyn avanzó con la elegancia de un noble. Su túnica estaba impecable. Se adentró en el coliseo con porte firme, y cuando el entorno se activó, se reveló un duelo mágico contra un adversario ilusorio.

Ardyn saludó formalmente a la figura ilusoria, luego conjuró una lanza de energía pura y comenzó a combatir con precisión quirúrgica. Cada movimiento era calculado, limpio, eficiente.

—Hmpf —murmuró Dargan, cruzado de brazos—. Hasta sus conjuros son presumidos.

Erian asintió, aunque claramente impresionado.

Al terminar, Ardyn inclinó la cabeza ligeramente hacia el profesorado.

—Gracias por su tiempo.

—Tan dramático —susurró Sylha desde el banco.

—Dargan Zevalen.

Una ráfaga de viento pareció pasar por el coliseo. Algunos estudiantes se acomodaron mejor en sus asientos. Otros simplemente se prepararon para lo peor.

Dargan entró al coliseo como si fuera una competencia de popularidad.

—¿Va a ser una trampa? ¿Un monstruo? ¿Una invasión interdimensional? Estoy listo.

La arena se transformó. Un campo abierto... y en el centro, un espejo grande, antiguo, flotante, con bordes de plata negra.

—¿Un espejo? —preguntó Dargan, frunciendo el ceño.

De pronto, del espejo salió una figura idéntica a él... pero con mirada fría, recta, postura perfecta y sin su chaqueta.

—¡No puede ser! ¡¿Yo sin mi chaqueta?! ¡Eso es ofensivo!

—Tu reto eres tú mismo —anunció Halbram—. Pero sin tus… defectos habituales.

—O sea, un yo aburrido.

La pelea comenzó. "Dargan refinado" usaba hechizos limpios, rápidos, efectivos.

Dargan original respondió con trucos impredecibles: lanzó una esfera de fuego tras una ilusión, se lanzó con un salto imbécilmente riesgoso, y terminó derrotando a su copia con una combinación entre caos y genialidad… y un hechizo de globo explosivo modificado.

Cuando salió, estaba cubierto de hollín.

—¿Resultado? —preguntó, jadeando.

—Técnicamente... aprobado —respondió Halbram—. Pero tengo dudas morales sobre el método.

—Lo importante es ganar. Y no morir.

—Y no prender fuego el coliseo, que estuviste cerca.

—Erian Veltor.

Erian tragó saliva, respiró hondo y entró. El coliseo se volvió un bosque espeso, con ruidos extraños entre los árboles ilusorios. Una voz resonó:

—Controla el flujo… o serás parte del bosque.

Del suelo comenzaron a salir raíces. Su esfera de agua se manifestó, girando con rapidez.

—Está bien. Lo practiqué. Puedo hacerlo…

Pero la esfera cambió de color. Turquesa. Luego verdosa. Erian empezó a perder el control.

—¡No, no otra vez!

Cerró los ojos, recordó a Dargan diciéndole "háblale bonito", y susurró:

—Por favor… quédate conmigo. Fluye… conmigo.

La esfera se calmó. Él abrió los ojos. Había creado un escudo de agua en forma de espiral, que contenía la magia salvaje del bosque. Lo disolvió con cuidado.

Cuando salió, temblando, Dargan lo abrazó de un solo brazo.

—¡Eso fue increíble! ¡Casi lloré!

—Yo sí lloré —dijo Erian, limpiándose una lágrima real—. Pero por dentro.

Halbram, por primera vez, no dijo nada sarcástico. Solo asintió.

La jornada terminó con los estudiantes rendidos, algunos orgullosos, otros frustrados.

Dargan, Erian, Sylha y Ardyn compartieron por primera vez un momento juntos fuera de clase, bajo un árbol.

—No lo hiciste mal, Zevalen —dijo Ardyn, mirando al cielo.

—¿Es eso un cumplido?

—Es una observación neutral con toques de respeto.

—¡Suena mejor que un insulto! —dijo Dargan feliz.

Sylha soltó una pequeña risa.

—Si el caos tuviera nombre, sería Dargan.

—Gracias. Es lo más bonito que me han dicho hoy.

Y el cielo comenzó a oscurecerse mientras el día terminaba, pero la historia de estos cuatro apenas estaba comenzando…

Fin del capítulo.