El sol se alzaba suavemente sobre los jardines de la Academia Real de Magia de Asteria. Por una vez, los pasillos no vibraban con hechizos, gritos ni explosiones mágicas (gracias, Dargan). Era día libre.
Dargan Zevalen despertó tarde, como un campeón de la holgazanería. Tenía el cabello despeinado, un pan dulce en la boca y una chaqueta abierta como si fuera parte de un comercial rebelde.
—Hoy no hay clases. Hoy… hay travesuras —dijo, mirando por la ventana con esa sonrisa que preocupaba a los profesores.
Erian Veltor, por su parte, ya llevaba media hora ordenando sus cosas.
—Dargan, ¡por favor no armes un escándalo antes del desayuno otra vez!
—No prometo nada. Pero tengo ideas.
—Eso es peor.
Bajaron al comedor, donde se cruzaron con Ardyn Lioras, sentado con elegancia, leyendo un libro mientras tomaba té.
—¿Saben que en días libres también se puede estudiar? —comentó sin mirar.
—¿Y tú sabes que eso suena deprimente? —replicó Dargan.
En la esquina, Sylha Nox jugaba con burbujas oscuras que flotaban sobre su cabeza mientras usaba un sombrero de bruja que claramente no era parte del uniforme.
—¿Se puede llevar sombrero hoy? —preguntó Erian.
—Día libre. No hay reglas —dijo Sylha con una sonrisa ligera—. Bueno… casi.
Después del desayuno, decidieron recorrer los jardines exteriores. El lugar era amplio, con estatuas encantadas, árboles que murmuraban poesía antigua y mariposas mágicas que lanzaban mini hechizos inofensivos (salvo que uno te diera hipo durante una hora).
—¡Vamos al lago! —dijo Dargan—. O mejor, ¡a los invernaderos prohibidos!
—No son prohibidos, solo… no recomendados —respondió Erian con resignación.
—Lo cual los hace más interesantes.
Sylha los siguió con esa actitud de "esto podría ser divertido o un desastre". Ardyn, tras unos segundos de duda, se unió con elegancia forzada.
—Voy solo para evitar que destruyas algo importante —le dijo a Dargan.
—¡Eso suena como confianza disfrazada de preocupación!
En el invernadero, encontraron plantas que cantaban, otras que intentaban robarte los cordones de los zapatos y una que… intentó cortejar a Dargan.
—¡NO, NO, SEÑORA FLOR, ESTOY COMPROMETIDO CON EL CAOS! —gritó mientras escapaba de una planta abrazadora.
Al día siguiente…
Los estudiantes estaban de nuevo en el aula principal. Halbram no estaba. En su lugar, una profesora joven, de cabello rosa claro atado en una trenza lateral y ojos dorados llenos de energía, escribía en el pizarrón con tiza flotante.
—Buenos días a todos. Soy Profesora Mirell Dazeen, y hoy nos toca una clase especial de Empatía Mágica.
Dargan levantó la mano lentamente.
—¿Eso es como… magia de abrazos?
—¡No exactamente! —rió ella con dulzura—. Se trata de entender la magia de otros. Sintiendo lo que otros sienten para mejorar nuestro control mágico y fortalecer vínculos con nuestros hechizos y compañeros.
—Suena… blando —murmuró Ardyn.
—Suena bonito —dijo Erian.
—Suena a que probablemente lloraré —agregó Sylha, sacando un pañuelo por si acaso.
La clase consistía en ejercicios donde los estudiantes debían sincronizar su energía mágica con la de otro alumno, usando cristales sensitivos que cambiaban de color y vibración.
—Dargan, haz pareja con Erian —indicó la profesora Mirell—. Tú necesitas… moderación. Y tú, Erian, confianza.
—¡Estás describiéndonos como si fuéramos una serie de autoayuda! —protestó Dargan.
—¿Y no lo son? —respondió ella, sonriendo dulcemente.
Mientras trabajaban, el cristal entre Dargan y Erian comenzó a cambiar erráticamente de color: rojo, azul, morado, naranja fluorescente.
—Eso no parece normal… —dijo Erian.
—Ni siquiera sabía que existía ese color —agregó Dargan.
Entonces el cristal flotó… y explotó en una nube de mariposas luminosas.
—...Bueno. Al menos no fueron ranas —dijo Erian.
Mirell se acercó, sin regañarlos.
—Eso, chicos… fue hermoso. Caótico, sí. Pero honesto. A veces la magia también es eso.
—¿Usted es real o es una alucinación buena? —preguntó Dargan, entre asombrado y confundido.
—Depende del día —respondió ella, con un guiño.
La clase terminó con una sensación general de tranquilidad, y por primera vez, hasta los estudiantes más problemáticos parecían haber aprendido algo valioso sin necesidad de esquivar bolas de fuego.
—¿Qué aprendiste tú? —le preguntó Sylha a Dargan mientras salían.
—Que a veces, ser sincero con tu magia… es más difícil que pelear con monstruos. Pero también más poderoso.
—Wow. Eso fue profundo.
—Sí. Pero no te acostumbres. Mañana volveré a romper algo.
Y mientras se alejaban riendo, en las sombras de un pasillo lejano, una figura encapuchada observaba a los estudiantes.
—Así que ese es el Zevalen rebelde… Interesante.
Fin del capítulo.