El sol aún no tocaba del todo las torres más altas de la Academia Real de Magia de Asteria, pero una figura ya observaba desde una de ellas.
Oculta entre los pilares de piedra antigua, con el rostro parcialmente cubierto por la capucha de una capa de viaje negra, Lyss Verhiel se mantenía inmóvil, con la precisión de una estatua.
Frente a ella flotaba una pequeña esfera de obsidiana, girando lentamente, proyectando una imagen tenue: Dargan Zevalen, caminando junto a su inseparable amigo, Erian Veltor, hacia su siguiente clase.
—Energía mágica fluctuante. Potencial inestable… —murmuró Lyss, casi sin mover los labios—. Pero definitivamente es él.
La esfera chispeó por un instante, como si reaccionara al nombre no dicho que flotaba entre sus pensamientos. Lyss entrecerró los ojos.
—No me falles esta vez.
Y desapareció en un susurro de viento y sombra.
Mientras tanto…
—¿Me recuerdas por qué estamos yendo a una clase con jaulas flotantes en el techo? —preguntó Erian, con tono escéptico mientras recorrían el pasillo de mosaicos vivos.
—Porque podría haber criaturas mágicas caóticas. Y si tenemos suerte, tal vez una se escape —respondió Dargan con entusiasmo—. Sería un lunes perfecto.
—Eso suena más como un martes letal.
Ambos se detuvieron frente a una gran puerta circular que se abrió sola, emitiendo un leve crujido encantado.
El aula era amplia, con columnas talladas con formas de bestias arcanas. Un gran círculo de invocación brillaba en el centro del suelo. Encima de ellos, varias jaulas encantadas contenían seres pequeños, luminosos, algunos dormidos, otros lanzando chispas o haciendo muecas extrañas.
Y al frente, tomando té con absoluta calma, una mujer de postura erguida y mirada crítica los observaba tras unas gafas flotantes.
—Buenos días, futuras amenazas dimensionales. —Su voz era suave, pero autoritaria—. Soy Arael Vynen, profesora de Magia de Invocación. Mi meta hoy es que no abran portales al inframundo por accidente. Y si lo hacen… asegúrense de cerrarlos antes del recreo.
Dargan levantó una ceja.
—Me agrada su estilo.
—Y yo me arrepiento de haber desayunado —murmuró Erian, frotándose las sienes.
Arael caminó hasta el círculo del centro.
—Hoy no invocarán criaturas reales. Vamos a trabajar con representaciones controladas por mi canalización. —Chasqueó los dedos y aparecieron pequeñas figuras translúcidas, flotando como hologramas: lobos mágicos, elementales, espíritus.
—¡Ah! El clásico "modo tutorial" —dijo Dargan—. ¿Y cuándo viene el nivel imposible?
Arael lo miró con una sonrisa apenas perceptible.
—En tu caso, Zevalen, probablemente justo después de que abras la boca por tercera vez.
Los estudiantes se rieron. Erian palmeó el hombro de su amigo.
—Estás batiendo récords hoy.
Uno por uno, los alumnos fueron probando su capacidad para convocar una réplica estable. Algunos creaban sombras borrosas, otros simplemente hacían estallar el círculo. Erian logró manifestar una figura parecida a un gato de fuego… que luego estornudó y desapareció.
Cuando le tocó a Dargan, extendió la mano con expresión seria por primera vez en la clase.
—Vamos a ver qué tan "fallido" soy, profesora.
—Adelante, sorpréndeme.
El círculo reaccionó de inmediato. Una corriente de aire le erizó la piel a los presentes. Luz azul oscura brotó del suelo… y una figura emergió: un ser imponente, alado, hecho de fragmentos rotos de magia.
Por un momento, todos guardaron silencio.
Hasta que la criatura estornudó… y se convirtió en un gallo resplandeciente.
—¡¿Qué—?! —exclamó Dargan.
—¡COCÓ! —gritó el gallo mágico y lanzó una onda de choque que rebotó en las paredes.
Arael suspiró con elegancia.
—Un clásico fallo de vínculo. Aplaudan a Zevalen por darle material a las pesadillas del próximo semestre.
La clase estalló en risas, incluyendo a Erian, que casi se ahoga del susto.
Desde el umbral de la puerta, sin ser vista…
Lyss Verhiel observó la criatura disiparse en el aire. Un susurro de sombra la rodeó. Sus ojos no perdían un solo detalle.
—Ese nivel de energía… y sin canalización externa.
Cerró la esfera con un gesto. Su voz apenas un susurro:
—No eres como los demás. Pero aún no sé si eso es una bendición… o una amenaza.
Y como una sombra más entre las columnas, volvió a desaparecer.
Fin del capítulo.