Capítulo 18: “Golpes con historia, hechizos con rencor (y un grito que parece gallina)”

—¿Sabes? —dijo Dargan Zevalen, girando el hombro como si calentara antes de una carrera—. Siempre pensé que tú serías el primero en enfrentarte a mí en serio.

—Y yo pensé que moriría por estrés antes de eso —respondió Erian Veltor, con una sonrisa nerviosa mientras su aura mágica chispeaba a su alrededor.

El campo flotante se elevó de nuevo, más amplio, con plataformas desiguales, columnas levitantes y ríos de energía mágica cruzando el suelo como venas vivas. Todo listo para una batalla... caótica.

—¡Participantes listos! —anunció profesora Arael Vynen, ajustándose las gafas encantadas que reflejaban cada fluctuación mágica.

—¿Dudas? —preguntó Dargan, dándole un golpecito amistoso en el hombro a Erian.

—¿Tú crees? Estoy a punto de luchar contra la leyenda del caos vestido de cuero.

—Agh, me sonrojas. Bueno, ¡a gritar como en la infancia!

El gong mágico resonó.

Y la pelea estalló.

Erian fue el primero en moverse, impulsado por un círculo de propulsión mágica. Disparó una ráfaga de luces inestables que se dividieron en múltiples proyectiles erráticos.

—¡¿Eso era un dragón o una tetera mágica?! —gritó Dargan, esquivando con volteretas absurdamente acrobáticas.

—¡No lo sé! ¡La magia explotó antes de decidir!

Dargan respondió invocando una pared de papel mágico que absorbió los impactos y se convirtió en una manada de conejos explosivos.

—¡Eso es ilegal en cinco reinos! —chilló Erian, huyendo en zigzag.

—¡Por eso no salimos del país, hermano!

Ambos rieron, incluso mientras intercambiaban hechizos de alto nivel. La plataforma temblaba, los espectadores se inclinaban hacia adelante. En las gradas, Sylha comía una manzana y murmuró:

—Son como dos gatos con fuegos artificiales.

Ardyn, junto a ella, asintió. —Pero uno de esos gatos tiene un lanzallamas oculto.

Erian intentó envolver a Dargan en un anillo de luz inestable, pero Dargan lo interrumpió con una explosión de tinta ilusoria que lo cegó unos segundos.

—¡Trampa sucia! —tosió Erian.

—¡Me enseñaste tú en primer año!

Ambos se lanzaron al aire, entrelazando hechizos como si estuvieran bailando con rayos. La pelea era tan técnica como absurda. Con cada choque, se notaban los años de amistad, de juegos, de entrenamiento improvisado.

—¡Cuidado con mi cara! ¡La necesito para pedir disculpas después! —gritó Dargan.

—¡Entonces no me obligues a hacerte trizas, Zevalen!

Una ráfaga de luz envolvió a Dargan... pero en lugar de explotarlo, lo dejó flotando, congelado, envuelto en brillos como estrellas.

—¡Ups! ¡Esa versión era la de levitación pasiva!

Dargan miró a su alrededor flotando como globo. —Bueno... esto es nuevo.

Desde el cielo, disparó una andanada de símbolos mágicos en espiral. Erian tuvo que formar una barrera curva para desviarlos y se deslizó hacia un lado... directo a una columna flotante.

¡BOOM!

—¡AUCH! ¡Esa me dolió hasta a mí! —gritó alguien del público.

El combate seguía, pero ambos ya jadeaban. A pesar de los hechizos, los gritos, las explosiones, había algo más grande en el aire: respeto mutuo, y una historia compartida que ningún hechizo podía borrar.

Ambos se quedaron quietos por un segundo, mirándose. Dargan bajó la guardia un momento.

—Erian... No importa cómo termine esto. Fue divertido, ¿no?

Erian sonrió, aunque parecía al borde de un colapso nervioso mágico.

—Sí. Como en los viejos tiempos... pero con más quemaduras.

Y se lanzaron uno hacia el otro.

El final... estaba por decidirse.