El cielo sobre la Academia Real de Magia de Asteria estaba estrellado, pero una nube de magia residual aún flotaba sobre la arena de combate. Horas antes, el lugar había vibrado con caos puro, explosiones estilizadas y frases como: "¡¿ESO ERA LEGAL?!".
Y el ganador había sido claro:
Dargan Zevalen.
Contra toda expectativa (o, siendo honestos, contra toda norma de seguridad mágica), le había ganado a Sylha Nox en una final tan intensa como caótica.
Ahora, caminaba por los pasillos exteriores de la torre sur con su chaqueta de cuero echada sobre los hombros como siempre. Seguía brillando un poco, ya que Tessia le había lanzado un encantamiento de "¡Celebración chispeante!", que no se podía quitar fácilmente.
—Genial. Soy una bengala con estilo —murmuró Dargan, pateando suavemente una piedra flotante.
Entonces, lo sintió.
Una presencia.
Como si el aire mismo se congelara en un suspiro.
—¿Otra broma de Karla...? ¿O Velira me dejó una trampa explosiva de felicitación?
Desde lo alto de una columna flotante, descendió una figura envuelta en una brisa silenciosa. Su cabello blanco se movía como humo plateado, y sus ojos escaneaban a Dargan como si fuera un mapa encantado con secretos enterrados.
Era Lyss Verhiel.
Y esta vez, habló.
—Al fin.
—¡¿AH?! —Dargan se sobresaltó tanto que su chaqueta chispeó en defensa propia—. ¡Tú hablas! ¡Y haces entradas dramáticas como una profesional!
Lyss no respondió de inmediato. Solo lo observó. Como si estudiara algo más que su apariencia o su magia. Como si tratara de ver... dentro.
—Te observé durante todo el torneo —dijo al fin.
—¿Eso no cuenta como acecho mágico?
—No si es por órdenes oficiales.
—¿"Oficial"? ¿Qué eres, del Departamento de Asuntos Muy Sospechosos?
Lyss dio un paso al frente.
—Eres más inestable de lo que los informes sugerían.
—¡Gracias! Siempre es un honor ser llamado inestable por alguien que aparece desde una gárgola flotante con ojos de halcón asesino.
Silencio.
—Pero... —agregó ella, bajando ligeramente la mirada—. Lo hiciste. Le ganaste a Sylha. Eso no es poca cosa.
Dargan parpadeó. Era raro que alguien reconociera eso sin lanzarle un hechizo o una amenaza.
—Ella se fue riendo. ¿Eso cuenta como que perdí simbólicamente?
—Ella respetó tu poder. Eso es más raro aún.
—¿Y tú? ¿Vas a lanzarme una trampa? ¿Un poema enigmático? ¿Una profecía mal redactada?
Lyss simplemente lo miró, seria.
—No. Solo una advertencia.
El aire se tensó.
—Hay quienes te observan desde aún más lejos que yo. Y no todos son tan... neutrales.
—¿A qué te refieres?
Ella dio un paso atrás. Luego, con un susurro que parecía deslizarse entre dimensiones:
—Te pareces más de lo que imaginas... a él.
Y desapareció.
—
Mientras tanto, en la tribuna familiar…
En la terraza privada de la academia, Lord Arvain Zevalen tomaba su té con la misma expresión estoica de siempre, mientras observaba la arena ya vacía.
—Ganó.
—¿Con cuánta destrucción? —preguntó Lady Mireya, sin levantar la vista de su abanico.
—Tres plataformas menos, un juez inconsciente y la mitad del público con polvo mágico en la ropa.
—Un Zevalen clásico.
Celene se frotó las sienes.
—¿Por qué la capa explotó al final?
Leorn rio desde su asiento, cruzando las piernas con aire despreocupado.
—Era parte del espectáculo. Le puso un sello de explosión dramática. Admito que lo entrené bien.
—No lo entrenaste. Solo lo animaste con frases como "¿Qué pasa si explotas el suelo y flotas tú con un hechizo de viento invertido?" —protestó Celene.
Edgar, imperturbable, anotaba en su libreta.
—Sugerencia: reforzar la sala de trofeos. O convertirla en una bóveda anticaos.
Mireya sonrió apenas.
—Aunque debo decir... hay algo raro en esa chica, Lyss. ¿Sabías que su apellido no figura en registros mágicos de Asteria?
—¿Y si es extranjera?
—No. Es peor. Está camuflada. Incluso para mis runas de rastreo.
Un nuevo silencio.
Arvain alzó una ceja.
—Entonces el caos... solo está comenzando.
Y todos miraron al cielo.
Donde la estrella más brillante... comenzaba a parpadear.
Fin del capítulo.