El sonido de una explosión mágica rebotó en los muros reforzados del campo de prácticas, seguido por el grito muy poco pedagógico del profesor Ruden:
—¡¡Si lanzas un hechizo de área, NO te pongas en el centro!!
—¡Lo dije sin querer! ¡Sin querer! —chilló Juno Belvast desde un cráter humeante mientras su bastón, aún flotando, murmuraba: "Idiota otra vez".
—¿Y eso de qué me sirve? ¿Te devuelvo tu calificación con un "sin querer fallaste la clase"? ¡Veinte flexiones mágicas!
—¿Eso implica flotar? —intervino Tessia, ya haciendo sentadillas en el aire solo porque quería probar.
Dargan se recargó contra una barrera de entrenamiento destruida, con una ceja arqueada y su chaqueta colgando de un solo hombro, como de costumbre. Tenía el rostro con algunas manchas de hollín mágico y la sonrisa relajada de quien acababa de esquivar una lanza de electricidad con estilo… y por poco.
—Eso fue hermoso, admitámoslo —le dijo a Erian, que aún respiraba como si hubiera corrido una maratón en zigzag.
—Eso fue intento de homicidio mágico. ¿Hermoso? Solo si estás loco.
—Exacto —dijo Sylha, apareciendo a su lado sin aviso, con una burbuja oscura flotando entre los dedos—. Y por eso somos amigos. El caos es su idioma natal.
Ruden se cruzó de brazos.
—¿Qué son ustedes, una comedia itinerante? ¡Silencio y observen! El próximo duelo es entre Karla y Toren. El que sobreviva, va a almorzar primero.
El grupo se alineó para ver la pelea, y mientras el combate comenzaba con explosiones gravitatorias y niebla venenosa, Dargan se apartó un poco para tomar agua. Caminó por el pasillo de piedra contiguo, aún con las luces encantadas parpadeando por la intensidad de los hechizos.
Y entonces... la sintió. Otra vez.
Alzó la vista y, por tercera vez, ahí estaba.
Lyss Verhiel.
Apoyada contra una columna, como si no tuviera nada mejor que hacer, con el cabello plateado cayendo sobre un hombro y esa expresión suya: serena, peligrosa, ligeramente divertida.
—Tienes una forma muy específica de aparecer justo cuando estoy cubierto de sudor, ceniza o polvo —le dijo Dargan con una sonrisa ladeada—. ¿Eso es intencional?
—A estas alturas, deberías saber que mis apariciones no son casualidad —respondió Lyss, sin moverse ni un centímetro—. Aunque debo admitir… ese estilo desastroso te queda.
Dargan se rio, caminando hacia ella sin perder su actitud despreocupada.
—¿Vas a lanzarme otra advertencia velada? ¿O estás aquí para comentar sobre mi peinado de combate?
—Ninguna. Esta vez... vine a observar. Me interesa cómo reacciona alguien como tú cuando se le acaba el espectáculo y queda solo el eco del ruido.
Él ladeó la cabeza.
—Críptico como siempre.
—¿Preferirías algo más directo?
—Depende. ¿Tiene que ver con por qué me espías desde que llegué a esta academia? ¿O con el hecho de que sabes cosas que nadie debería saber sobre mi magia?
Lyss lo observó un segundo. Largo. Medido.
—Tus padres estaban en la final. Vi cómo te miraban. Orgullo... y miedo. ¿Tú sabes por qué?
El rostro de Dargan se tensó apenas, aunque su voz no perdió su ironía.
—Porque soy impredecible, desobediente y muy, muy talentoso. Una combinación aterradora.
—No. Porque sospechan algo que tú aún no sabes. Y yo quiero ver cuándo empiezas a notarlo.
Un silencio eléctrico se extendió entre los dos. Por primera vez, Dargan no respondió con sarcasmo. Solo la miró.
—¿Y tú? ¿Qué vas a hacer cuando yo lo descubra?
Lyss lo sostuvo con la mirada. Luego giró sobre sus talones y comenzó a alejarse, deslizándose como si el pasillo le perteneciera.
—Lo sabrás. Cuando llegue el momento.
Y sin más, desapareció tras la sombra proyectada por las columnas.
Dargan suspiró, pasándose una mano por el cabello despeinado.
—No sé si estoy en una novela ligera o en una investigación policial interdimensional…
Desde el campo de prácticas, Ruden gritó:
—¡¡Zevalen!! ¡¡Deja de flirtear con espectros y vuelve al entrenamiento!!
—¡No es flirteo si ella no ríe con mis chistes! —gritó Dargan de vuelta, antes de correr otra vez hacia el caos… como siempre.
Fin del capítulo.