Capítulo 40 : “Magia inestable, teorías dudosas y dragones bostezando”

El cielo sobre el campo del Reto del Umbral estaba claro… hasta que dejó de estarlo.

Pequeños destellos mágicos comenzaron a aparecer al azar. Uno sobre la cabeza de Velira Moss, explotó en forma de confeti.

—¡Eso no fue mío! —gritó, apuntando a sus trampas—. ¡Esta vez no fui yo!

Mientras tanto, Ralia Zein giraba sobre sí misma.

—Las paredes me dicen que algo se está despertando… algo con escamas y hambre ancestral.

—¡Cállate, Ralia! —gritó Tessia, aún molesta porque la habían dejado fuera de la reunión previa—. ¡Y ustedes, no me cambien de tema!

—Pero si te dormiste antes que todos —dijo Erian tímidamente.

—¡Eso no es excusa! —respondió ella, cruzándose de brazos y haciendo que la tierra bajo sus pies se acelerara por pura magia de velocidad involuntaria.

Cerca de una columna destruida, Dargan Zevalen yacía sentado con los pies sobre un golem derrotado, comiendo un dulce que claramente había robado de alguna mochila ajena.

—¿No sienten que el aire huele a "algo va a explotar"? —preguntó, como si hablara del clima.

—Sí, pero en este lugar eso es normal —dijo Ardyn, revisando un medallón que se había calentado súbitamente—. Esto no es magia común.

—¿Y si es un dragón gigante bajo la tierra a punto de despertar? —preguntó Juno en voz baja, abrazando su bastón parlante.

—¡Yo lo invito a tomar té si sube! —respondió el bastón con entusiasmo, mientras Nella suspiraba.

—Dargan… tú no tocaste nada raro, ¿verdad?

Silencio.

—Define "raro" —dijo él al fin.

En los niveles subterráneos, Lyss Verhiel avanzaba con el encapuchado por una caverna que ya no estaba dormida. Las paredes temblaban. Las runas antiguas se encendían solas, y fragmentos de roca flotaban a su alrededor.

—No podemos controlar cuánto tiempo más dormirá —dijo ella, sin rastro de miedo—. El equilibrio se ha roto.

—No es nuestro deber detenerlo —respondió el encapuchado—. Solo asegurarnos de que cuando despierte… sepa a quién mirar.

Un brillo rojo se encendió al fondo del túnel. Un ojo. Gigante. Antiguo. Abrió un solo párpado… y el suelo sobre ellos vibró, como si Asteria misma contuviera el aliento.

Arriba, en la superficie, la directora Aerith Thaloren cerró su grimorio con fuerza.

—Ya lo sienten… —susurró.

—¿Los estudiantes? —preguntó Halbram Voreck, acercándose—. ¿Qué hacemos?

—Nada. Aún no. Que jueguen, que se enfrenten. El caos que trajo Zevalen… está uniendo a demasiados.

—Incluso a Ardyn —agregó Arael Vynen, revisando su libro de invocaciones.

—E incluso… a Sylha —murmuró Velmiar.

Mirell apareció comiéndose otra palomita.

—¿Apostamos a cuánto tiempo tardarán en besarse en medio de un combate mágico?

—Silencio, Dazeen.

En la multitud, otra pancarta apareció, esta vez con letras brillantes:

"¡DARGAN Y SYLHA: BESEN O EXPLOTAMOS!"

Sylha entrecerró los ojos, incómoda.

—No puedo creer que tengan una pancarta que brilla.

—Al menos no la lanzaron como hechizo luminoso… aún —dijo Erian.

Al centro del Umbral, algo antiguo vibró.

Una voz resonó entre los estudiantes más sensibles a la magia:

"El Umbral se abrirá... pero no será el único que despierte."

Fin del capítulo.