Capítulo 41 : “Cuando el dragón bosteza, el mundo tiembla (y Dargan se ríe)”

—Sello final… roto.

Las palabras de Lyss Verhiel resonaron frías, sin emoción, mientras el círculo rúnico bajo sus pies se deshacía en una explosión de luz roja.

El encapuchado dio un paso atrás.

—¿Estás segura de esto?

—Ya no hay vuelta atrás.

Una grieta gigantesca surcó la piedra frente a ellos. Primero, solo fue un sonido profundo, como un rugido contenido… luego, un estruendo que sacudió toda la Academia Real de Magia de Asteria.

En lo profundo, entre las sombras, el Dragón del Umbral abrió los dos ojos al mismo tiempo.

Y el mundo cambió de color.

En la superficie, el cielo pasó de azul a púrpura en un segundo.

—¿¡QUÉ RAYOS!? —gritó Velira Moss, rodando hacia una trampa que activó sola y la catapultó cinco metros atrás.

—¡Lo sabía! ¡Un dragón gigante y mágico está despertando! —gritó Juno, abrazado a su bastón, que ahora tenía acento francés—. ¡Mon dieu!

Tessia, sin saber si gritar o acelerar el tiempo, simplemente gritó a toda velocidad.

—¡¿ESTÁN HACIENDO ESTO POR UN EVENTO?! ¡¿ESTÁN LOCOS?!

—Técnicamente… —empezó Ardyn, calmado, esquivando una columna que caía— sí.

Erian retrocedía con una bola de fuego en una mano y un hechizo de escudo inestable en la otra.

—Dargan… dime que no tuviste nada que ver con esto.

Dargan Zevalen miraba al cielo púrpura, los rayos cayendo del cielo, el suelo temblando, y sonrió.

—Claro que no. Pero no voy a negarlo si me da puntos extra.

En la torre, la directora Aerith Thaloren se llevó una mano a la frente.

—Lo despertaron.

—¿El Umbral? —preguntó Halbram.

—No… el dragón.

Mirell Dazeen asomó desde la ventana.

—¿Cuánto mide?

—El tamaño no es el problema —dijo Arael Vynen—. Es que está fusionado con la magia ancestral del lugar. Su despertar… distorsiona todo.

—Como si liberaran un dios embriagado con pólvora mágica —agregó Velmiar.

Aerith suspiró.

—Zevalen aún está abajo, ¿no?

Todos asintieron.

—Y con su equipo.

—Y probablemente planeando montar al dragón.

—No seas ridícula —dijo Halbram.

—¿Tú estás seguro? —le respondió Arael, señalando la silueta de Dargan en el campo, ¡que ya intentaba escalar una raíz gigante que salía del suelo mientras reía!

En las gradas, un nuevo grito surgió entre los estudiantes:

—¡DARGAN Y SYLHA CONTRA EL DRAGÓN, FINAL ROMÁNTICO YA!

Sylha, parada al lado de Dargan, suspiró.

—…¿Por qué están tan obsesionados con esto?

—Porque hacemos buena pareja —respondió él, guiñándole un ojo—. ¿Me ayudas a subirme al dragón?

—Solo si prometes no gritar "¡yippee!" mientras lo haces.

—No prometo nada.

En la caverna, el encapuchado y Lyss contemplaban el coloso que se alzaba: escamas negras, ojos rojos como brasas, alas hechas de energía pura.

—Y ahora… ¿lo controlamos?

—No —dijo Lyss, entrecerrando los ojos—. Ahora vemos quién sobrevive.

El dragón rugió. Un rugido que rompió cristales, que activó runas que nadie había tocado en siglos, que hizo que los portales del Umbral parpadearan como si fueran fuegos artificiales.

Y entonces, el dragón empezó a volar hacia la superficie.

—…¿Chicos? —dijo Erian.

—Sí —respondió Ardyn.

—¿Eso que viene hacia nosotros es el dragón gigante?

—Sí.

—…¿Dargan está saludando?

—También.

—…¿Por qué sonríe?

—Porque es Dargan Zevalen.

Fin del capítulo.