Capítulo 49 :“Vacaciones, dragones y caos doméstico”

La luz del atardecer se colaba entre las columnas chamuscadas, y el aire olía a escombros... y a libertad.

Desde el estrado improvisado con los restos de una torre, la directora Aerith Thaloren alzó ambas manos. El silencio cayó sobre alumnos, profesores y hasta el dragón gigante que dormitaba feliz en el centro del campus, con una nube de mariposas mágicas posadas sobre su lomo.

—Declaro oficialmente el inicio de un periodo de vacaciones indefinidas. —La voz de Aerith fue clara, casi solemne—. La Academia necesita reparaciones, ustedes merecen descanso. Aprovechen este tiempo con sus familias, recuperen fuerzas y vuelvan con el corazón encendido de magia.

Un murmullo se alzó. Algunos alumnos aplaudieron, otros se abrazaron como si acabaran de sobrevivir una guerra (que, de hecho, era bastante cercano a la realidad).

Y desde los restos de la grada oeste, aún temblorosa tras la reciente catástrofe, una voz chilló:

—¡¿Y qué pasa con la pareja explosiva?! ¡Queremos un beso de Dargan y Sylha antes de irnooos!

Halbram Voreck, con la túnica chamuscada y una ceja tiritando de pura ira contenida, caminó directo hacia el sector de fanáticos.

—¡Fuera! ¡Esto es una academia, no un teatro romántico de feria! ¡Váyanse antes de que lance una tesis entera sobre la ética del ridículo!

Mientras Halbram sacaba por la capa a varios fanáticos con pancartas de "Destructorcillo es mejor que el director" y "Dargan x Sylha para siempre", en el patio central el dragón en cuestión rodaba de espaldas, dejando ver su inmensa panza escamosa.

—¿Está... pidiendo que le rasquen? —preguntó Erian con la voz entre la duda y la ternura.

—¿Y si es una trampa? —Ardyn entrecerró los ojos, aún con rastros de tierra en la túnica.

—Es Destructorcillo, todo en él es una trampa adorable —dijo Sylha, cruzándose de brazos.

Dargan, por su parte, se acercó como si no estuviera frente a una criatura ancestral que había destruido media torre de un soplido.

—Vamos, viejo amigo. —Le dio un golpecito en el hocico. El dragón ronroneó—. Sé que tienes instintos milenarios y todo eso, pero si vas a vivir aquí, al menos aprende a no comerte las estatuas.

Desde el borde del campo, la directora observaba todo con los brazos cruzados. A su lado, Lord Arvain Zevalen murmuró con resignación:

—Es... un caos aceptable.

—Es Dargan —corrigió Celene, con una leve sonrisa—. Y curiosamente, el caos lo sigue como si fuera su sombra.

—No, más bien lo admira desde abajo y le pide autógrafos —añadió Leorn, divertido.

La profesora Mirell Dazeen lloraba en silencio... aunque nadie sabía si era emoción, estrés o ambas.

—¡Nuestros alumnos sobrevivieron a una amenaza ancestral, liberaron a un dragón, se aliaron con él y ahora... ahora tienen vacaciones! ¡Es hermoso!

—¿Quién reconstruirá esto? —preguntó Velmiar Tasse, empujando su gafas torcidas.

—Con magia, sudor y tal vez sobornos —dijo Halbram mientras arrojaba al último fanático por encima del hombro—. Pero empezaremos mañana. Hoy todos... fuera.

Aerith dio un paso al frente y alzó la voz una vez más:

—Alumnos. Esta academia será reparada, pero por ahora: empacarán sus cosas, abrazarán a sus familias y regresarán cuando las puertas estén listas para recibirlos. ¡Y eso incluye al grupo que intentaba fundar el club de adoración a Destructorcillo en las ruinas de la torre este!

Unos cuantos encapuchados huyeron, chillando.

Destructorcillo soltó un rugido suave, como una despedida. Dargan le dio un último rasguño entre las escamas, justo en el punto que el dragón prefería.

—Espérame aquí, compañero. Vamos a necesitar una casa para ti... algo con estilo.

—¿Una torre hecha de piedra encantada? —preguntó Sylha.

—¿O una cueva con jacuzzi de lava? —añadió Erian.

—¡Lo que sea, pero que no destruya los dormitorios de nuevo! —gritó Juno desde atrás, con su bastón tapándose los ojos.

Dargan rió y, mientras el dragón se recostaba de nuevo, se giró para marcharse junto a su equipo.

A lo lejos, un destrozado Sylvain Drakens caminaba con su túnica hecha jirones.

—Definitivamente me ganó con respeto —murmuró al ver al dragón roncar—. Si eso no fue un gesto heroico, no sé qué lo es...

Y mientras los estudiantes se marchaban, uno por uno, la academia se despedía de ellos con el mismo caos con el que los había recibido: dragones dormidos, torres rotas, columnas mágicas chispeando... y una lista creciente de reparaciones urgentes.

Fin del capítulo.