Con la Academia Real de Magia de Asteria recién reformada, los estudiantes regresaban poco a poco, cargando maletas, energía contenida y un extraño entusiasmo que solo podía significar una cosa: más caos por venir. Las paredes brillaban con nuevos encantamientos de protección, los salones estaban restaurados e incluso el comedor había duplicado su tamaño —gracias a cierta “sugerencia” del comité de fanáticos de Destructorcillo, ahora oficialmente la mascota de la academia.
Dargan Zevalen caminaba por los pasillos reformados, con su chaqueta de cuero renovada y la misma sonrisa socarrona de siempre. Algunos estudiantes lo saludaban como si fuera una celebridad. Otros, simplemente se apartaban para evitar el aura impredecible que lo rodeaba. Todo volvía a la normalidad... lo que fuera que eso significara en esta academia.
—Qué ironía —murmuró Ardyn Lioras, viendo a Dargan desde la barandilla del segundo piso—. Juraría que ese tipo es más símbolo escolar que la estatua del fundador.
—¿Y cuál de los dos ha causado más explosiones? —preguntó Sylha Nox, apareciendo a su lado como una sombra viviente. Ardyn ni se inmutó.
—Ambos. Pero uno lo hizo con dinamita emocional.
Más allá, Erian Veltor intentaba convencer a su bastón de no flotar solo mientras Nella discutía con Juno sobre los protocolos de seguridad mágica. Velira Moss ya colocaba trampas ceremoniales “por si acaso” en los pasillos, y Tessia Run deslizaba dulces en los bolsillos de los distraídos como parte de su “operación hiperglucemia”.
Mientras tanto, en la sala de profesores, la directora Aerith Thaloren revisaba los informes del regreso con un suspiro cansado, pero satisfecho. A su lado, el profesor Halbram Voreck bufaba.
—¿Y ya se dio cuenta, directora? Están más caóticos que antes.
—Sí. Y me encanta —respondió ella con una sonrisa imperturbable.
Pero lo más esperado del día no era el reencuentro. Era la presentación de una nueva especialidad mágica: Interfaz Arcano-Técnica Aplicada. Diseñada para aquellos estudiantes con afinidad tanto para la magia como para la lógica estructural, combinaba hechizos con principios técnicos y de ingeniería mágica.
—¡Bienvenidos a su nueva clase favorita! —anunció la profesora Velmira Soryn, entrando al aula con una túnica adornada con engranajes flotantes y cristales encantados que emitían una leve melodía rítmica—. Aquí aprenderán a construir dispositivos arcanos, usar magia para potenciar artefactos y… probablemente electrocutarse una o dos veces.
Dargan alzó la mano sin dejar de sonreír.
—¿Y si ya me he electrocutado antes por accidente pero fue divertido?
—Entonces eres el candidato ideal para esta clase —respondió Velmira sin perder el ritmo.
Entre risas, miradas expectantes y chispas flotantes, la segunda temporada del caos académico comenzaba oficialmente. Y en algún lugar más allá de los pasillos recién restaurados, una grieta mágica se expandía lenta, como un susurro en el tejido de la realidad.
Mientras tanto, Lyss Verhiel y el heredero de la llama silente observaban desde lo alto de una torre encantada. Los ojos violeta profundo del joven brillaban con intriga.
—Él... sigue cambiando el equilibrio —dijo.
—Y no parece tener idea de cuánto —respondió Lyss, su voz apenas un eco.
Ambos guardaron silencio mientras contemplaban a Dargan entre risas y caos. Un misterio que solo comenzaba a revelar su verdadera forma.