Capítulo 58 – “Luces nuevas, sombras viejas”

La mañana en la Academia Real de Magia de Asteria comenzó con una luz tranquila. Las reformas seguían progresando, los estudiantes se reencontraban en los pasillos, y los profesores fingían que todo estaba “bajo control”.

En la cafetería principal, el caos habitual había vuelto como si nada: platos flotando, cubiertos encantados peleando entre sí y un panecillo que había adquirido conciencia y se negaba a ser comido.

Dargan, recostado sobre su silla con una manzana flotante girando sobre su dedo, miraba a Kaelir con una sonrisa pícara.

—Oye, tú que vienes de otro plano… ¿puedes viajar en el tiempo también?

Kaelir, con un libro flotando delante suyo, alzó una ceja.

—No. Esa clase de manipulación es extremadamente inestable. Viajar al futuro o al pasado puede...

—Sí, sí, ciencia mágica, desastres, etcétera. Lo que quiero saber es: si viajo al futuro, ¿sigo siendo igual de guapo?

Kaelir suspiró y cerró su libro con un chasquido suave.

—Creo… que llegué demasiado tarde.

—¿Demasiado tarde para salvar el plano?

—No. Para acostumbrarme a tu ego.

Erian escupió su jugo de manzana entre risas.

—¡Yo también quiero saber si sigo siendo igual de nervioso en el futuro!

—Confirmadísimo —dijo Sylha Nox desde la mesa de al lado, con una sombra en forma de pulgar arriba.

La escena se rompió cuando la profesora Velmira Soryn irrumpió al comedor, con su túnica llena de engranajes y una tostadora encantada bajo el brazo.

—¡Hora de su clase favorita! ¡Diseño de artefactos arcanos y accidentes mágicos involuntarios!

—¡No lo llaman así oficialmente! —gritó Juno, con su bastón murmurando “huye… huye…” en voz baja.

Todos comenzaron a levantarse mientras el comedor se despejaba… pero, entre las risas y el ruido, nadie notó la figura encapuchada que se deslizaba entre columnas rotas del ala norte, avanzando con la sutileza de una sombra.

Los sellos mágicos de seguridad no se activaron.

Las estatuas guardianas no parpadearon.

Ni los sensores de rastreo mágico de Lyss, desde su rincón oculto, detectaron nada.

Solo Kaelir, ya en el umbral del aula, detuvo su paso un instante. Giró la cabeza, frunciendo ligeramente el ceño.

—…Algo ha entrado —murmuró, casi para sí mismo.

—¿Algo como qué? —preguntó Ardyn, justo detrás.

—No lo sé aún. Pero no viene a aprender.

Desde la distancia, una silueta observaba a los estudiantes.

Una voz antigua, apenas un murmullo, resonó dentro del encapuchado:

—Ya estoy dentro. Pronto sabremos por qué este chico… Dargan Zevalen… perturba tanto la corriente del plano.

Y sin dejar rastro, la figura se deslizó entre las sombras de los pasillos, mientras las clases comenzaban y la música mágica de los engranajes sonaba como si todo estuviera en calma.