—¡¿Alguien más nota que estamos encerrados por una magia antigua y nadie parece preocuparse?! —gritó Dargan, golpeando una barrera invisible que lo mantenía, junto a Kaelir, Sylha y Lyss, aislado del resto.
—Tu volumen no ayudará a deshacer las runas, caos con patas —resopló Sylha, cruzada de brazos, analizando los símbolos flotantes que giraban lentamente sobre ellos, ocultos a la vista común.
—No es magia elemental —murmuró Kaelir, examinando las raíces del árbol cercano que vibraban como si tuvieran conciencia—. Es magia de sellado combinada con ilusiones sensoriales. Complicada… y antigua.
Lyss observaba en silencio, tocando apenas uno de los glifos con la yema de los dedos. Sus ojos brillaron un instante.
—Esto no es una trampa cualquiera. Alguien la colocó con tiempo. Mucho tiempo.
—¿Quieres decir que ya estaba ahí desde antes de que llegáramos? —preguntó Dargan, alzando una ceja—. Eso suena bastante “yo no fui pero ahora tengo miedo”.
Kaelir frunció el ceño, girando hacia Lyss.
—¿Reconoces el estilo?
Lyss asintió lentamente.
—Hay una corriente de magia parecida a la que vi en la grieta del norte. La que la directora ha estado vigilando... y esto —señaló los sellos— no está hecho para retener. Está hecho para observar.
Los cuatro se miraron un segundo. La tensión se volvió más densa que las raíces que los rodeaban.
—Entonces… —comenzó Sylha— alguien los atrapó solo para vigilarlos. A ustedes tres.
—¿Y tú no? —preguntó Kaelir con una media sonrisa.
—Yo soy adorable, no sospechosa —respondió con sarcasmo mientras empezaba a conjurar una esfera oscura—. Pero vamos a romper esto antes de que empiece a oler a conspiración rancia.
Mientras tanto, fuera del círculo ilusorio, los profesores notaban una creciente fluctuación mágica en el área. La profesora Velmira Soryn ajustaba sus cristales flotantes con expresión preocupada.
—Detecto una distorsión persistente en el ritmo arcano del bosque —dijo, sin su usual entusiasmo—. Algo está afectando los artefactos de lectura.
—No sólo eso —intervino Velmiar Tasse, observando runas en el aire que se movían sin patrón lógico—. Alguien está manipulando el lenguaje mágico desde dentro. Y no es ningún estudiante registrado.
La directora Aerith Thaloren apareció en medio del claro con su túnica ondeando.
—Alerta máxima sin alarmar a los alumnos. Profesor Ruden, Mirell, Arael... cobertura en los flancos. Velmira, detecta cualquier ruptura. Y tú, Halbram...
—No soy niñera —gruñó Halbram Voreck, afilando su bastón—. Pero si alguien se atreve a irrumpir durante mis clases, lo partiré en siete partes y corregiré su gramática.
—Lo tomaré como un sí —dijo la directora con calma.
El Héroe Silente ya estaba vigilando los bordes del bosque. Su capa ondeaba levemente mientras sus ojos violetas observaban con intensidad.
—Si vuelve a moverse, lo sabré —dijo, sin voltear.
Del otro lado, Tessia Run gritaba mientras corría de un lado a otro, esquivando ramas flotantes.
—¡¿¡POR QUÉ ESTA ACADEMIA ESTÁ SIEMPRE BAJO ATAQUE!?!? ¡¡NI UN DÍA NORMAL!! ¡¡¡NI UNO!!!
—¿Qué es lo que pasa ahora? —preguntó Domel Irk, tropezando consigo mismo.
—No lo sé, pero si escuchan gritar a Tessia, por regla general, corran —respondió Karla Nimor, mientras ajustaba un campo gravitacional alrededor de su equipo.
—Yo sólo vine por los golems y la paz... —susurró Millo Crest, cubriéndose con su grimorio.
Entre la confusión, Velira Moss gritaba emocionada:
—¡Trampas! ¡Hora de revisar todas mis trampas! ¡Podría ser un intruso! ¡O una clase sorpresa! ¡O ambas!
De vuelta al interior del sello, Dargan miró a Lyss con una ceja levantada.
—¿Tienes idea de quién podría haber colocado esto?
Lyss dudó un momento.
—Tengo sospechas… pero no pruebas. Hay alguien que ha estado usando capas con runas invisibles. Lo vi durante la apertura de la grieta... y lo sentí otra vez aquí.
Kaelir frunció el ceño.
—Si es quien creo… no será fácil detenerlo.
—Entonces lo atrapamos primero —dijo Sylha, haciendo crujir sus nudillos mágicos—. Y después vemos si tenemos que electrocutarlo, maldecirlo, o dejar que Tessia le grite hasta que confiese.
Dargan sonrió ampliamente.
—Ah, la magia de los equipos funcionales.
Y, mientras la barrera comenzaba a ceder, fuera del círculo oculto, una figura en un manto carmesí con runas invisibles se movía entre las sombras, observando… esperando.