El estallido fue sutil, como un suspiro en medio del bosque. Las raíces que rodeaban a Dargan, Sylha, Lyss y Kaelir se contrajeron como si algo las hubiera asustado, y los glifos flotantes chispearon brevemente antes de desvanecerse en el aire como ceniza encantada.
—¡Lo logramos! —gritó Dargan, dando un pequeño salto antes de caer torpemente sobre su chaqueta de cuero rasgada—. ¡El prodigio libre otra vez!
—No cantes victoria todavía, caos envuelto en ego —espetó Sylha, sacudiéndose hojas del cabello—. Esa trampa no fue hecha para retener. Fue una prueba.
—Una provocación —añadió Kaelir, mirando en dirección contraria, al este del bosque, donde un leve movimiento rompía el patrón natural del follaje.
Lyss se tensó, sus ojos escaneando la zona.
—Él sigue aquí.
—¿Quién? —preguntó Dargan.
—El que usó la barrera. El infiltrado. Está observando desde hace rato… solo que no esperaba que la rompiéramos tan rápido.
Al otro lado del bosque, las alarmas mágicas silentes que la directora había activado crepitaron como relámpagos contenidos. Un campo de detección parpadeó al oeste, en una zona cercana al arroyo donde los estudiantes solían practicar hechizos elementales.
—Tenemos movimiento —informó la profesora Mirell Dazeen, su cabello rosa flotando ligeramente por la energía acumulada—. No es un estudiante. No está registrado en el campo de identificación.
—No lo era cuando atrapó a los cuatro —añadió Arael Vynen, la profesora de Invocación, mientras uno de sus halcones mágicos giraba en círculos sobre el área sospechosa.
El Héroe Silente apareció de entre los árboles, ya sin la máscara. Su cabello blanco relucía bajo la luz filtrada entre las hojas, y sus ojos violetas no parpadeaban.
—Se movió... pero dejó una traza. Runas de ocultamiento rotas. Es un error de aficionado… o una trampa.
Halbram Voreck apareció junto a él, molesto y gruñón como siempre.
—Sea quien sea, si interrumpe otra clase mía, le haré recitar todas las variantes de Teoría Avanzada hasta que envejezca mágicamente.
—Ya envejecimos todos escuchándote hablar —murmuró Velmiar Tasse en voz baja. Mirell rió por lo bajo.
—Bien —dijo la directora Aerith Thaloren, su voz más firme que nunca—. Se acabó el juego. Los estudiantes estarán protegidos, y los sospechosos serán identificados.
—¿Sospechosos? —repitió Velira Moss, que se había trepado a un árbol por si el intruso era una trampa viviente—. ¿¡Alguien más que yo dejó trampas en lugares secretos!?
—No, pero esa frase me aterra más de lo que debería —murmuró Karla Nimor.
Dargan y su grupo regresaban ya con los demás, y el ambiente estaba más tenso que nunca. El rumor de lo ocurrido se esparció en segundos.
—¡Los atraparon en una barrera arcana!
—¡Lyss y Sylha trabajando juntas!
—¡¿KAELIR también fue capturado?!
—¡Y Dargan... bueno, claro, Dargan!
—¡La tercera en discordia y la heredera de la oscuridad cooperando! —gritó alguien entre los estudiantes.
—¡Este triángulo mágico me está matando! —se quejó Orren Ghaz, más confundido por el drama que por la amenaza.
—¡PERO QUÉ ES ESTA ACADEMIA! —gritó Tessia Run por quinta vez en una hora, mientras se tiraba de los cabellos—. ¡NI UNA CLASE NORMAL! ¡NI UNA! ¡Y AHORA HAY UN INFILTRADO!
—¿Podemos encerrarnos nosotros antes de que lo hagan por nosotros? —preguntó Juno Belvast a su bastón.
—No seas paranoico, pero sí, totalmente sí —respondió el bastón.
A cierta distancia, entre los árboles, una figura observaba. Oculta bajo un manto carmesí cubierto de runas invisibles, apenas se distinguía su silueta. Murmuró algo en un idioma olvidado y colocó una pequeña gema en la corteza de un árbol.
La gema parpadeó una vez... y desapareció.
—Demasiado rápido. Demasiado alerta. Pero pronto… caerán solos —susurró.
Una sombra se deslizó junto a él. Un segundo infiltrado.
—Los sellos están activos. Solo necesitamos abrir el umbral desde dentro.
—Dargan Zevalen. Kaelir. Y esa chica de rastreo… son las llaves. Solo falta una chispa más.
La figura rió… y desapareció como polvo rojo entre la brisa mágica.