La noche había caído sobre los terrenos de la Academia Real de Magia de Asteria. Todo parecía en calma tras el caos del día. O al menos, eso creían los ingenuos.
En el corazón del ala de reliquias selladas, una figura cubierta por un manto carmesí flotaba a pocos centímetros del suelo. Las barreras mágicas chispeaban, intentando activarse... pero fallaban una tras otra.
—Tal como predijimos. Ellos confían demasiado en lo que ya no comprenden —susurró una voz femenina, seca y agrietada como un libro antiguo.
A su lado, un joven de cabello castaño largo, atado en una coleta, observaba un pedestal que contenía un artefacto cubierto por un cristal encantado. Sus ojos brillaban con un tono ámbar, lleno de desdén.
—Esto es lo que protegían con tanto celo… Patético.
Con un solo gesto de la mano, el cristal se desvaneció como si nunca hubiera existido. El chico tomó el artefacto: un núcleo de éter oscuro, del tamaño de una calabaza pequeña, pulsando con una luz púrpura.
En ese instante, una alarma rugió por toda la academia.
—¡Alto ahí! —gritó Kaelir, apareciendo de entre las sombras con Lyss detrás de él.
Pero la anciana y el chico no retrocedieron. De hecho, se rieron.
—Oh, qué adorables guardianes nuevos tiene esta generación —dijo la mujer—. ¿Creen que pueden detenernos?
—Sabíamos que eran de Vel Ardonis —espetó Lyss, lanzando un hechizo de niebla envolvente.
El chico lo desvió con un simple movimiento de dedos.
—Somos más que eso. Somos lo que ustedes olvidaron. Somos los herederos de lo que colapsaron con su arrogancia.
Un segundo después, el lugar se llenó de luz carmesí, una explosión mágica controlada. Cuando el humo se disipó, el dúo estaba de pie sobre un círculo mágico recién activado.
El chico lanzó un pergamino encantado, que se desplegó flotando, mostrándose ante Kaelir, Lyss, y ahora los profesores que habían llegado apresuradamente al lugar.
Una voz resonó en todo el bosque.
—Academia Real de Magia de Asteria… Si lo desean, vengan por él. Este artefacto pertenece ahora a la historia que ustedes enterraron. Y nosotros… les devolvemos la guerra.
El texto en el pergamino se transformó en un símbolo: Academia Número 126. Los más veteranos lo reconocieron de inmediato. Un evento prohibido. Una guerra de academias que había sido cancelada hace décadas, luego del colapso dimensional que casi destruye Vel Ardonis.
La anciana alzó la mirada y dijo:
—Nos vemos en el campo de batalla, niños mimados. La guerra... ha comenzado otra vez.
Y desaparecieron.
Momentos después, ya reunidos en el salón de estrategia, la directora estaba de pie, con el rostro más pálido de lo habitual.
—No puede ser... ¿La guerra académica número 126?
—Eso estaba sellado —dijo el profesor Velmiar Tasse—. Es ilegal. No puede realizarse sin aprobación del Alto Círculo Mágico.
—No importa si es ilegal si quienes lo inician no respetan leyes —murmuró Ardyn, sombrío.
Tessia alzó la mano.
—¡Perdón, pero! ¿Podemos hacer una reunión formal para declarar oficialmente que esta academia TIENE UNA MALDICIÓN O ALGO? Porque ya es como el cuarto ataque desde que llegamos y ni he terminado de leer mi libro de Runas Flotantes.
—¡Y yo ni siquiera he logrado invocar un golem sin que explote! —chilló Millo Crest desde un rincón.
—¿¡Una guerra mágica entre academias!? ¡Qué emoción! ¡Voy a prepararme una armadura hecha de trampas! —gritó Velira, corriendo en círculos.
—Dioses... esto va a terminar en desastre —murmuró Erian, mientras Dargan sonreía con una chispa retorcida.
—¿Guerra entre academias? ¿Una antigua rivalidad prohibida? —susurró él, mientras se ajustaba su chaqueta de cuero—. Suena como el escenario perfecto para que… el caos tenga protagonismo.
Sylha apareció a su lado, girando una pequeña burbuja de oscuridad entre los dedos.
—No irás solo, idiota. Si esto es una guerra… la tercera en discordia y yo también tenemos algo que decir.
Lyss, tras escuchar eso, solo suspiró.
—...no soy tercera en nada. Pero destruiré a quien toque a Dargan primero. Por... motivos tácticos.
Y mientras todos se preparaban, el pergamino ardía lentamente en la sala, mostrando una última frase en letras rojas mágicas:
“El fuego del 126 ha sido encendido. Asistan... si se atreven.”