La noticia se había esparcido como fuego en pergamino seco por toda la Academia Real de Magia de Asteria.
Los siete elegidos, con sus respectivos puntajes de evaluación general en las distintas especialidades, habían sido anunciados ante toda la academia, mientras la directora Aerith Thaloren, de pie en el balcón central de la torre principal, observaba con su típica calma peligrosa.
Los Siete Elegidos de Asteria para el Torneo Vel Ardonis:
Dargan Zevalen – Por su dominio caótico pero contundente de múltiples ramas mágicas.
Ardyn Lioras – Por su equilibrio entre poder y estrategia.
Velira Moss – Por su creatividad en entornos no controlados.
Karla Nimor – Por su frialdad bajo presión y su control gravitacional.
Tessia Run – Por su velocidad y análisis relámpago.
Nella Draive – Por sus técnicas defensivas avanzadas.
Sylha Nox – Por su magia sombría impredecible y ofensiva.
El campo de entrenamiento fue reconfigurado por los seis profesores para algo más brutalmente específico: simulaciones vivas con criaturas ilusorias, trampas activas y desafíos diseñados para aplastar la moral de un dragón anciano con depresión.
Velmira Soryn brincaba de emoción mientras liberaba un artefacto con múltiples patas que lanzaba rayos explosivos al azar.
—¡Este es mi bebé, el Desmagificator 3000! ¡Disfrútenlo, chicos!
Rauden Fell caminaba entre los estudiantes como un depredador midiendo presas.
—Si sobreviven, tendrán mi respeto. Si no, al menos seremos menos para alimentar.
Mirell Dazeen dibujaba con su tiza flotante en el aire mientras gritaba:
—¡Sonrían! ¡Los colores de su aura son parte de la puntuación! ¡Y sí, tú, Dargan, eso rojo significa sarcasmo! ¡NO es buena señal!
Profesor Voreck solo levantó una ceja y murmuró mientras un golem de lava se arrastraba fuera del suelo:
—Si alguno logra formular un hechizo sin tartamudear, me dignaré a corregirlo.
Arael Vynen, con su mirada afilada y voz pausada, observaba desde una plataforma elevada.
—No miren hacia mí. Miren hacia su destino. En otras palabras, hacia esa criatura ilusoria con seis mandíbulas.
Velmira, mientras tanto, liberaba otra cabra mágica. Nadie sabía por qué.
—¡Esa cabra es para el “factor caos” de la simulación! ¡No pregunten, solo corran!
Kaelir, junto al caballero Silente, observaba desde las gradas. Lyss Verhiel también, oculta, seguía analizando patrones de movimiento, mientras Kariel flotaba en una esquina sentado sobre un cubo de piedra, comiendo una manzana como si todo fuera teatro.
El entrenamiento comenzó con todo.
Dargan, con su chaqueta flameando tras esquivar una esfera explosiva, gritaba:
—¡JA! ¡Apenas siento que esto empieza a ser interesante!
Tessia desaparecía y reaparecía en diez lugares distintos, hablando sola.
—¡Ya desactivé la trampa! ¡Y esta también! ¡Y esa! ¡¿Cuál trampa?! ¡YO SOY LA TRAMPA!
Karla levantaba el suelo con gravedad inversa para lanzar enemigos al cielo, mientras murmuraba:
—Esto me da puntos, ¿verdad?
Sylha, encantada, jugaba con burbujas sombrías.
—¿Cuántas criaturas puedo encerrar en esta cosa antes de que explote? ¿Alguien más tiene esa duda?
Ardyn, trazaba estrategias con sus encantamientos, creando escudos y trampas de contención, mientras decía:
—Este entrenamiento… es ridículamente desbalanceado.
Velira, lanzaba trampas ocultas con precisión quirúrgica.
—¡Vamos, no tengo todo el día para verlos activar esto sin estilo!
Nella, levantaba barreras con frialdad matemática.
—Colapso de defensa en 3... 2... ¡Reforzar!
Dargan pasó volando sobre todos, montado en la cabra mágica.
—¡BIENVENIDOS A MI VIDA!
Al final del día, los siete estaban vivos. Técnicamente.
Los profesores tomaban notas, evaluaban rendimiento, afinaban hechizos. Cada uno tendría una función especial en el enfrentamiento que se avecinaba.
La noche caía, pero el entrenamiento seguiría durante los días venideros. Y la guerra mágica apenas comenzaba.