Capítulo 74 – Sombras, promesas y legados rivales

Los siete habían sido elegidos. El gran salón de la Academia Real de Magia de Asteria vibraba con una energía única: mezcla de emoción, orgullo… y también, decepción.

Erian Veltor observaba desde el fondo del pasillo, su capa algo arrugada entre sus dedos. No podía evitar sentirlo: había dado todo, había mejorado… pero no fue suficiente. No esta vez.

Dargan se acercó, con su andar despreocupado y su chaqueta medio abierta por un hechizo que no se molestó en arreglar.

—¿Qué? ¿Cara larga? —le dijo, dándole un pequeño golpe amistoso en el hombro.

Erian lo miró con una sonrisa forzada, pero no dijo nada.

—Vamos, no me hagas ponerme sentimental —continuó Dargan, bajando la voz—. Aún es pronto, ¿sabes? Esto es solo el principio. Prometo volver… con todo el caos que esta chaqueta pueda cargar. Y cuando regrese, quiero que estés ahí. Gritando, burlándote, lanzando hechizos torcidos, lo que sea.

Erian sonrió, más genuino esta vez.

—Confío en ti, Dargan. En todos ustedes. Y cuando vuelvan… quiero que me cuenten todo. Hasta los errores mágicos.

Dargan soltó una carcajada.

—Eso te lo puedo prometer.

En la distancia, muy lejos de Asteria, un claro cubierto por niebla se despejaba.

Una academia de torres negras y puentes flotantes se alzaba: Vel Ardonis, la sombra entre las academias, olvidada por muchos… temida por los que la recuerdan.

En un balcón de mármol oscuro, siete figuras estaban alineadas. Una anciana de cabello blanco como la cal, piel marcada por sellos mágicos y una sonrisa torcida se dirigía a ellos con voz áspera:

—Mis legados… que el mundo tiemble al oír sus nombres. Que recuerden que Vel Ardonis nunca desapareció… solo se replegó para renacer más poderosa.

Uno a uno, los siete elegidos dieron un paso al frente:

1. Kael Vharos – Cabello largo marrón, ojos dorados. Controla ilusiones que distorsionan la realidad. Tiene una actitud serena, casi aburrida, pero su magia es aterradora.

2. Naeva Drinvel – Mujer de piel grisácea y tatuajes mágicos en espiral. Manipula metales líquidos. Es silenciosa, letal.

3. Lurn Vex – Niño de no más de doce años… pero su dominio de la necromancia ligera hizo que los propios instructores dudaran de su edad.

4. Farah Zenn – Alta, vestida con capas de cristal flotante. Controla espejos mágicos que reflejan y duplican ataques.

5. Jarek Noul – Físicamente imponente, magia de combustión interna. Su cuerpo parece una forja viva. Siempre sonríe antes de explotar algo.

6. Syriel Vennar – Usurera de magia ajena. Puede absorber hechizos lanzados cerca de ella y replicarlos a su favor. Sibilina, burlona.

7. Rhell Asnod – Un duelista clásico, magia de invocación de armas encantadas. Su estilo es elegante, casi artístico… pero sus ojos no tienen compasión.

Kael Vharos habló entonces, con un tono indiferente.

—Así que esos son los siete que eligió Asteria. Caóticos, sí. Pero… dudo que estén listos para esto.

Naeva sonrió, sus tatuajes brillando.

—Ojalá lo estén. Así es más divertido.

Y detrás de ellos, ondeando con el viento oscuro, un nuevo estandarte fue colgado sobre la torre central: “Que esta guerra entre academias determine el renacer de la supremacía mágica.”

De vuelta en Asteria, Tessia corría entre los pasillos.

—¡Entrenamiento! ¡Todos! ¡Vamos! ¡Los siete elegidos y los no tan elegidos! ¡Hay que preparar a estos loquitos!

Velira colocaba trampas mágicas en un aula sin razón alguna. Karla organizaba horarios sin que nadie se lo pidiera. Ardyn meditaba mientras Nella reforzaba campos de entrenamiento. Sylha practicaba con sombras que reían solas. Dargan… intentaba montar una criatura mágica hecha de chatarra. Caía cada tres segundos. Tessia lo narraba todo a viva voz como si fuera una carrera.

Y Erian, desde las gradas, miraba… sonriendo. Porque aunque no era uno de los siete, algo en su pecho le decía que su momento también llegaría.