Capítulo 76 – Sombras que reciben, promesas que se quedan

La noche anterior a la partida fue inusualmente silenciosa. En la terraza más alta de la torre norte, Erian Veltor observaba las luces titilantes de la Academia Real de Magia de Asteria. Sabía que al amanecer, su mejor amigo y los otros seis elegidos partirían hacia lo desconocido.

—¿Otra vez sin dormir, Erian? —dijo una voz familiar.

Dargan Zevalen apareció como una sombra entre las estrellas, con su clásica chaqueta de cuero y esa sonrisa que no lograba ocultar del todo su preocupación.

—No podía —respondió Erian, sin mirarlo aún—. No después de todo lo que pasó.

Dargan se sentó a su lado, dejando caer su peso con un suspiro exagerado.

—Vamos, no pongas esa cara de “perdí el último pan del desayuno”. No fuiste elegido esta vez, sí. ¿Y qué? ¿Crees que yo empecé lanzando hechizos perfectos? ¡Mi primer intento fue incendiar la biblioteca! Bueno… el ala norte, al menos.

Erian soltó una risa baja, una mezcla de alivio y tristeza.

—No se trata de eso. Solo… quería estar con ustedes.

Dargan le dio un suave golpe en el hombro.

—Entonces quédate con nosotros, aunque no estés. Apóyanos desde aquí. Entrena, hazte más fuerte… y la próxima vez, no serás quien vea partir. Serás quien camine al frente.

Erian asintió lentamente. Luego sonrió.

—Te prometo que no me quedaré atrás. Pero tú… tú vuelve con todo el caos, ¿sí?

—Ja, no sé venir de otra forma.

Al amanecer, todos estaban listos en el círculo del portal. Lyss Verhiel ya estaba dentro del círculo, tan callada como el filo de un puñal. Kaelir afinaba un grimorio flotante con ecuaciones arcanas, murmurando sin cesar. La directora Aerith Thaloren aguardaba con solemnidad, con el profesor Halbram Voreck a su lado como figura de autoridad máxima en su ausencia.

Dargan, Ardyn, Sylha, Velira, Karla, Tessia y Nella se alinearon, cada uno vestido con sus respectivas túnicas de entrenamiento reforzado. El escudo de Asteria brillaba en cada pecho.

Silente, firme como una estatua, observaba en silencio. No se despidió con palabras. Solo con un asentimiento leve, como una promesa sin voz.

—Destino: Territorio neutral cercano a Vel Ardonis —anunció Kaelir, activando el portal.

El vórtice chispeó con un rugido mágico. Antes de cruzar, Dargan giró hacia Erian, que los miraba desde unos metros atrás. Levantó el pulgar.

—¡Deséanos suerte!

Erian alzó la mano y sonrió.

—No la necesitan. Son el caos… y las leyendas.

Los siete cruzaron el portal en una ráfaga de luz.

En el otro extremo del mundo, una llanura oscura y vacía los recibió. El cielo estaba cubierto de nubes de ceniza. Todo era gris, frío, y el aire olía a antiguo. Apenas dieron un paso… la tierra tembló.

—No puede ser tan fácil —murmuró Ardyn, ya con su bastón en posición.

—Nunca lo es —añadió Velira, activando una trampa de defensa.

Del suelo comenzaron a emerger figuras con armaduras sin rostro, antiguas, reanimadas. Una emboscada.

—¡Magia de invocación necromántica! —gritó Kaelir—. ¡¡Lurn Vex nos está dando la bienvenida!!

Desde una colina, una figura diminuta con una capa roja agitó una mano con alegría falsa.

—¡Hola, caos de Asteria! ¡Bienvenidos! ¡Van tarde!

A su lado, Syriel Vennar, con una sonrisa peligrosa, comenzó a robar hechizos del aire.

—¡Vamos a jugar!

Las sombras se cerraron sobre ellos.

Dargan giró hacia el grupo, sus ojos brillando con energía.

—¿Listos para devolver el favor?

Sylha rió con una burbuja oscura estallando en su palma.

—Hora de romper la fiesta.

Y así comenzó la primera escaramuza real entre las dos academias.