La noche anterior al primer simulacro llegó con una calma tensa. El aire mismo en la torre de descanso parecía saber lo que se avecinaba. Los siete estudiantes de la Academia Real de Magia de Asteria se habían reunido en una terraza flotante encantada con vista panorámica a los terrenos de Vel Ardonis. No había profesores, ni directores, ni vigilancia activa.
Solo ellos.
—¿Así que esto es lo más cercano que tendremos a una noche libre? —preguntó Tessia Run, sentada con las piernas colgando del borde, agitando sus botas encantadas que brillaban con chispas de velocidad contenida.
—Lo cual significa que Dargan tiene prohibido hacer explotar nada —añadió Ardyn, sin siquiera mirar al chico, pero sabiendo que estaba a punto de lanzar algo por la barandilla.
—Tarde —respondió Dargan con una sonrisa inocente mientras una pequeña esfera de energía caótica descendía hasta explotar silenciosamente en una nube de mariposas con cara de sapo.
Sylha Nox soltó una risa baja.
—Lo peor es que ni siquiera sé si eso fue intencional o no.
—Él tampoco lo sabe —murmuró Velira, tomando nota mental del patrón de la explosión. Posible base para una trampa de distracción.
Karla apoyó los codos sobre una mesa flotante y los observó con expresión neutra.
—Este grupo es... peculiar.
—¿Peculiar? —dijo Nella Draive, que estaba ajustando un pequeño escudo flotante de su diseño personal—. Peculiar es un modo educado de decir “impredecible al punto de que ningún instructor querría lidiar con nosotros”.
—¿Y no es eso lo que los hace perfectos para esta guerra? —preguntó Kaelir, que apareció en silencio desde una plataforma superior, como si siempre hubiese estado allí.
—¡No hagas eso! —gritó Tessia, saltando un poco.
Lyss Verhiel también se hizo presente, caminando entre las sombras del mirador como si fueran alfombras naturales.
—Deben descansar. Pero entiendo por qué están aquí. Mañana no será un entrenamiento común. Mañana... empezarán a romperse entre ustedes.
Los siete la miraron en silencio. No por temor, sino porque sabían que tenía razón.
Dargan, sin perder su sonrisa, se levantó y caminó al centro del grupo.
—Entonces aprovechemos esta noche para algo útil.
—¿Una estrategia? —preguntó Ardyn.
—No. Una promesa.
El viento sopló con un leve zumbido arcano.
—Pase lo que pase mañana. Si alguno de nosotros cae, se separa o pierde, los demás seguirán luchando como si fuéramos uno solo. Este grupo no será perfecto, pero... —miró uno por uno— somos los que el caos eligió. Y yo no pienso decepcionarlo.
—Poético —dijo Karla con una ceja levantada.
—Terrorífico —añadió Nella.
—Aceptable —concluyó Ardyn.
Y entonces, una burbuja oscura estalló suavemente sobre ellos. Sylha había lanzado un pequeño conjuro de protección.
—He sellado este momento. Ahora somos un equipo sellado por sombra. Y caos.
—Y velocidad —gritó Tessia, corriendo en círculos solo porque podía.
—Y trampas —dijo Velira con orgullo.
—Y defensa —murmuró Nella.
—Y observación —añadió Karla.
—Y estrategia —concluyó Ardyn.
Y locura —pensó Kaelir desde lo alto.
Y así, bajo un cielo con dos lunas mágicas, los siete sellaron su unión antes de que el mundo intentara romperla.