La noche cayó sobre la Academia Vel Ardonis con un tono espeso y azul. La calma era solo una ilusión. Tras dos derrotas —aunque una apenas por un punto—, la tensión en los pasillos de los dormitorios temporales de Asteria era casi tangible.
En la sala privada otorgada a los representantes, Aerith Thaloren observaba el mapa flotante que mostraba el terreno para la siguiente prueba. Era un bosque mágico antiguo, lleno de rutas cambiantes, árboles con memoria, y criaturas que solo podían ser detectadas por magia de rastreo avanzada.
A su lado, Kaelir limpiaba sus gafas con una seriedad digna de una catástrofe mundial.
—La prueba favorece la percepción, el sigilo, la invocación y la capacidad de rastreo prolongado —explicó—. Tres de nuestros rivales tienen ventaja directa en eso.
Lyss, apoyada en una pared, jugaba con una moneda flotante hecha de niebla sólida. No decía nada. Su expresión era completamente neutra, pero su magia dejaba un leve zumbido en el aire, como un animal impaciente encerrado.
—¿Nos están midiendo por terreno? —murmuró ella—. Entonces hay que romper el terreno.
Aerith esbozó una ligera sonrisa.
—Esa es la actitud.
En ese momento, la puerta se abrió de golpe.
—¿Qué pasa? ¿Reunión de conspiradores sin mí? —entró Dargan Zevalen, con su chaqueta de cuero abierta y una manzana flotando a su lado, mordida, girando sobre sí misma.
Tras él, los otros seis representantes:
Ardyn Lioras, con los brazos cruzados, serio como siempre.
Velira Moss, con una libreta llena de fórmulas y trampas escritas a mano.
Tessia Run, saltando ligeramente en su lugar, como si ya estuviera corriendo.
Karla Nimor, ajustando sus gafas, más fría que una lápida.
Nella Draive, repasando un hechizo defensivo con una expresión calculadora.
Sylha Nox, sentada sobre una mesa flotante de sombras, aburrida.
Aerith los observó con atención.
—Bien. No les mentiré: están en desventaja.
Tessia chasqueó la lengua.
—Ya lo notamos, sí. ¿Dos a cero, no?
Dargan dio un mordisco a su manzana.
—Apenas vamos en la mitad del juego. Aún podemos volverlo todo… caos.
Velira sonrió.
—Con trampas, claro.
Nella asintió.
—Ya estoy diseñando los sellos señuelo. Cuatro capas y contención ilusoria.
Karla intervino con frialdad.
—No sobreviviremos si no colaboramos mejor. No podemos darnos el lujo de un error más.
Ardyn miró a Dargan.
—Eso incluye ti… especialmente tú.
Dargan levantó las manos con fingida inocencia.
—¡Hey! ¿Yo? ¿El alma del equipo?
Sylha estiró una sombra que le empujó levemente la cabeza.
—La voz del caos, más bien.
Aerith, conteniéndose para no reír, extendió el pergamino mágico flotante que describía los detalles de la prueba.
—Lean. Memorícenlo. El campo cambiará cada 10 minutos. Los “ecos” que deben capturar tienen forma y esencia distinta. Uno puede ser un sonido, otro una criatura, otro un reflejo. Vel Ardonis conoce bien este tipo de terreno. No subestimen su ventaja.
Kaelir agregó:
—Hay uno en específico, llamado Eco Alfa. Se esconde en planos ilusorios. Solo quien pueda verlo puede tocarlo. No sabemos si lo activarán… pero prepárense por si lo hacen.
—
Mientras tanto, en los cuarteles de Vel Ardonis...
Kael Vharos meditaba rodeado de ilusiones que mostraban posibles ubicaciones de los ecos.
Farah Zenn practicaba control de espejos flotantes, probando distorsiones.
Lurn Vex, el niño, susurraba a esqueletos flotantes hechos de luz blanquecina.
Jarek Noul reía con cada explosión de humo mágico que provocaba en el entrenamiento.
Naeva Drinvel, imperturbable, forjaba lanzas de mercurio que luego las convertía en serpientes líquidas.
Syriel Vennar practicaba copiar hechizos al vuelo usando fragmentos grabados de pruebas anteriores.
Rhell Asnod entrenaba en silencio, invocando una a una sus armas encantadas, como si hablara con ellas.
Elora Vhenaster, su directora, los observaba con una mirada de orgullo sin decir nada. El bosque ya era suyo.
—
De vuelta con Asteria, en el último tramo del capítulo...
Aerith los miró a todos por última vez.
—Esta prueba... no se gana solo con fuerza. Se gana con sincronía. Ya no son piezas separadas. Son un solo escuadrón.
Dargan levantó la mano.
—Entonces… ¿puedo ser el caos que une?
Todos bufaron, rodaron los ojos o se rieron. Pero no negaron su valor.
Lyss, por fin, habló:
—Nos quedan dos chances. Y ya nos miran por encima del hombro.
Dargan, con una sonrisa torcida, finalizó:
—Entonces que miren bien… porque vamos a volarles el suelo bajo los pies.
—
Fin del Capítulo 86