—Señor... Señor...
La voz de Elena era agradable, tan dulce como la miel.
En el momento de alegría, se asemejaba al canto de una alondra, con ondas de melodiosas canciones.
Media hora después,
Cao Xing la levantó directamente.
Los hermosos ojos de Elena se abrieron de par en par.
Sus piernas de jade, regordetas y esbeltas, colgaban en el aire.
Elena sintió que todo su cuerpo temblaba continuamente.
—Mi... mi Señor... va... vamos dentro de la habitación —habló con voz temblorosa.
Cao Xing, sosteniéndola, mantuvo la misma postura mientras entraba en la habitación.
...
Una vez más, Cao Xing experimentó la destreza de una mujer madura...
Dos horas después...
Elena estaba completamente agotada, tendida en la cama como un charco de barro blando.
—Mi Señor... Eres verdaderamente asombroso...
—A este paso, Elena nunca olvidará esta sensación por el resto de su vida...
Sin embargo, al escuchar esto, Cao Xing preguntó directamente:
—Elena, ¿te gustaría venir a mi territorio?