—¡Su Majestad, hay algo de lo que no está al tanto!
Bajo la mirada aparentemente divertida de Yun Xiao y la expresión pensativa de Xuan Haoran, Xuan Jiuding tomó un respiro profundo. La primera frase que pronunció marcó el tono, dejando a uno preguntándose sobre los detalles que el Rey del País Xuanyue desconocía.
Sin embargo, esta era precisamente la respuesta que Xuan Haoran quería. No podía aceptar que su hijo mayor más valorado, el futuro Rey del País Xuanyue, hubiera cometido un acto tan sórdido. Necesitaba una explicación razonable, incluso si esa explicación no fuera necesariamente la verdad.
—Su Majestad, el Espejo Celestial de Xuanyue fue efectivamente robado por Yun Xiao esa noche. Sin embargo, después de que establecí una Red del Cielo y la Tierra, aunque no encontré al pequeño ladrón, sí recuperé el Espejo Celestial de Xuanyue. ¡Parece que Yun Xiao, el pequeño ladrón, no tuvo tiempo de transferirlo y no se atrevió a llevarlo consigo, permitiéndome encontrarlo!