—Quédate tranquilo, ya que te lo prometí, ¡definitivamente lo curaré!
Yun Xiao no deseaba deber favores a nadie, ni el favor de la chica del vestido rojo ni el del dueño del puesto Ding Hao, por lo que tratarlo se volvió imperativo.
Ansioso por obtener la Piedra Condensadora del Alma, Yun Xiao no se demoró. Al ver que Ding Hao extendía su mano, estaba a punto de tocar la pierna izquierda de Ding Hao.
—¡Espera un momento!
Sin embargo, justo en ese momento, una voz repentinamente vino desde un ángulo oblicuo, haciendo que el brazo de Yun Xiao se detuviera, e inmediatamente giró la cabeza para mirar, solo para ver a alguien ligeramente familiar.
Resultó que quien había alzado la voz no era otro que el dueño del puesto de Bambú Rompehuesos no muy lejos de este lugar. Pero ahora, la sonrisa confiada ya no estaba presente en su rostro; en su lugar, había un rastro de ira.