Al escuchar esos pasos enérgicos, el corazón del hombre barbudo latía salvajemente.
¿Ni siquiera cuarenta Guardias del Lobo de Sangre pudieron detener los pasos de ese joven?
El hombre barbudo miró a través de la grieta especialmente hecha en la puerta de piedra, solo para ver al joven, vestido con ropas de luto rojo sangre, acercándose firmemente a este lugar.
Esa figura erguida parecía un arma divina sin igual, decidida a atravesar los cielos.
—¡Mocoso, cuando nuestro Jefe salga de su reclusión, estás muerto! —gritó el hombre barbudo.
—Mejor preocúpate por ti primero —respondió Xiao Ye con indiferencia.
Cuarenta Guardias del Lobo de Sangre podrían manejar a aldeanos ordinarios, pero estaban lejos de ser suficientes para detener a Xiao Ye, cuyo cultivo ya había alcanzado el nivel de los tres jefes de aldea.