La vasta y desolada tierra estaba tan silenciosa que parecía haber estado así durante incontables años.
Sin embargo, en este momento, ese silencio se rompió.
El vacío tembló y apareció una feroz grieta. Un joven, cargando una gigantesca espada de batalla y un enorme bulto, salió envuelto en una intensa luz y aterrizó en el suelo.
No hace falta decir que este joven era Xiao Ye.
—¿Es esta la Cuarta Capa del Cielo? —Xiao Ye pisó el suelo y miró alrededor en todas direcciones.
La Cuarta Capa del Cielo estaba demasiado silenciosa—no solo no había bestias feroces, ni siquiera había un solo árbol grande, solo una extensión desnuda que parecía no tener fin.
—¿Dónde está la Herencia de la Emperatriz?
La frente de Xiao Ye se calentó más, y de alguna manera, sentía como si una extraña fuerza lo guiara hacia adelante.
Poco después, un palacio dorado y deslumbrante apareció en la vista de Xiao Ye.
En esta vasta tierra, un palacio se destacaba, luciendo increíblemente abrupto y bizarro.