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Estas palabras burlonas pero algo familiares hicieron temblar el cuerpo de Yan Zhen, y la imagen de un joven apareció repentinamente en su mente.
Yan Zhen se dio la vuelta bruscamente, y Xiao Ye apareció frente a él como un fantasma.
—Mocoso, eres tú, realmente escapaste de la persecución de Yan Heng e incluso llegaste al área central; tu suerte no está nada mal —dijo Yan Zhen con un rostro lleno de resentimiento.
El rencor entre él y Xiao Ye solo podía lavarse con sangre.
—¿Oh? ¿Hablas de ese viejo? Ya lo he enviado a ver al Rey Yan, y ahora, toda la gente de tu Familia Yan en el área exterior ha sido aniquilada —dijo Xiao Ye con una fría sonrisa.
¡Qué!
Los ojos de Yan Zhen se abrieron con incredulidad.
Sin mencionar a otros, solo tomando como ejemplo a Yan Heng, cuya fuerza estaba a la par con la suya, no podía creer que Xiao Ye tuviera tal habilidad.