La tarde se deslizaba lenta sobre Vandgard mientras Kael y Auren salían de la tienda de armas con nuevos filos colgando en sus cinturas. Por primera vez en días, Kael se sentía un poco más como él mismo, o al menos como lo que había decidido ser en ese nuevo mundo. Pero la calma apenas duró lo que tarda un suspiro en perderse entre callejones.
Un grito ahogado rompió el bullicio de la calle. Una figura menuda tropezó justo frente a ellos, cayendo de bruces al suelo polvoriento. Era una niña, no mayor de diez años, de orejas puntiagudas cubiertas de pelaje marrón, y una cola felina que temblaba con pánico. Vestía harapos que apenas le cubrían la dignidad. Detrás de ella, tres soldados con armaduras negras corrían, gritando órdenes y empuñando lanzas.
—¿Qué tenemos aquí? ¿Cacería de ratas exóticas en plena calle? —murmuró Kael, poniéndose delante de la niña sin pensarlo.
Uno de los soldados lo empujó.
—Aléjate, forastero. Esa bestia es propiedad del reino.
—¿Propiedad? —Kael arqueó una ceja—. ¿Viene con manual de instrucciones o solo trae trauma incluido?
El tono sarcástico encendió la mecha. Uno de los soldados lanzó un golpe con la parte plana de la lanza. Kael lo esquivó por milímetros y respondió con una patada al pecho que lo mandó al suelo.
—Auren —dijo sin girarse—. Hora de nuestro primer crimen oficial.
La pelea fue brutal. Auren se movía con la precisión de una asesina entrenada: bloqueó una estocada, giró sobre un pie y dejó inconsciente a un soldado con el mango de su espada. Kael, más caótico, esquivaba como un bailarín e insultaba como un poeta borracho.
—¡Vamos, que he peleado con jabalíes más inteligentes que ustedes!
Un corte rozó su brazo, otro le dejó un rasguño en la mejilla. Auren cayó brevemente de rodillas al recibir un golpe directo, pero Kael la cubrió lanzando tierra a los ojos de su oponente. Aprovechando el caos, tomaron a la niña y huyeron por los callejones de Vandgard, perdiéndose entre mercados y almacenes cerrados. Finalmente, encontraron refugio en una posada barata de los barrios bajos.
La habitación era estrecha, con paredes de piedra húmeda y olor a madera vieja. Allí, mientras la niña se acurrucaba en una manta, Kael se lavó la sangre del rostro con una jarra de agua.
—Bueno, no todos los días rescatas a una niña-gato fugitiva del opresor reino patriarcal. ¿Alguien más siente que esto se salió de control?
Auren no respondió. Solo miraba a la niña, que ahora los observaba con ojos enormes, llenos de una mezcla de miedo y esperanza.
—¿Cómo te llamas? —preguntó Auren suavemente.
—Liri —dijo con voz temblorosa—. Soy de Nha'Rin, una aldea del norte... bueno, era. Cuando el ejército del reino llegó, dijeron que necesitaban "reubicar" a los de mi especie. Nos metieron en campamentos. Siempre era frío, estábamos con hambre y muchos gritos. Mi madre murió en invierno. Mi padre… lo ejecutaron por pedir más agua para los niños.
Su voz se quebró.
—Nos marcaban como ganado, nos separaban. Yo escapé con ayuda de una anciana que ya no podía moverse. Grité en la plaza para que me escucharan. Pensé que… que si el rey me escuchaba, haría algo. ¡Él tiene que saber lo que pasa!
Kael se quedó en silencio por unos segundos. Sus bromas murieron en su lengua como moscas ahogadas.
—Así que tu plan era llamar la atención… para tener una audiencia con el rey. —Hizo una pausa, luego sonrió con tristeza—. Eres más valiente que toda esta maldita ciudad junta, pequeña.
—No soy valiente… solo ya no tengo nada más que perder —dijo Liri.
Kael apretó los puños. Auren, con la mandíbula tensa, apartó la mirada para que no le vieran los ojos llorosos.
—Quédate aquí, Liri. Descansa. Nadie va a tocarte —dijo Kael. Luego se puso de pie—. Vamos, Auren. Tengo preguntas que hacerle a una cierta señorita del mostrador.
Habiendo dejado a Liri con la asistenta de la posada, y ya ne el gremio de aventureros, Elyra los recibió con su sonrisa habitual, aunque algo más forzada al verlos cubiertos de polvo y rasguños.
—¿Una audiencia con el rey? —repitió sorprendida—. Solo aquellos con un título nobiliario pueden acceder a eso. Incluso los aventureros de rango SSS tienen que rogar por una oportunidad.
Kael asintió lentamente, cruzándose de brazos.
—Perfecto. Ser noble. Fácil. ¿Dónde me inscribo, en la tienda de sombreros elegantes o en el concurso de egos inflados?
Auren soltó una pequeña risa, la primera desde que habían escapado.
—¿Por qué quieres una audiencia? —preguntó Elyra con seriedad.
Kael miró hacia la ventana por un momento, luego volvió la vista a Elyra.
—Digamos que... quiero hacer ruido en el lugar correcto. Y parece que para que escuchen a una niña sin nombre, primero tienen que escuchar a un idiota con título.
Por primera vez, Elyra y Auren les pareció verlo con otros ojos. Ya no como el aventurero sarcástico recién llegado, sino como algo más difícil de definir. Como un problema que el reino aún no sabía que tenía.