Capítulo 2 – Interrogatorio y nuevo hogar

Había pasado un día desde que desperté. Seguía atado y encerrado. El día anterior, la persona que parecía ser mi captor me alimentó y me dio agua; luego de eso se marchó.

Me prometió una noche de descanso antes de comenzar a interrogarme a la mañana siguiente.

Pero yo no podía simplemente esperar sin hacer nada. De momento no me habían hecho daño, pero no sabía cuánto tiempo seguiría así. Debía hacer algo.

Una vez cayó la noche, comencé a forcejear, moviendo mi cuerpo y manos de manera brusca para intentar desatarme. Fue inútil. Lo único que conseguí fue lastimar más mis muñecas. Dolía demasiado.

Luego de varias horas, terminé por rendirme; impotente, me resigné a cualquier cosa que pasara en la mañana.

“Es inútil...”

Pensé. No valía la pena seguir esforzándome. Aunque me hicieran daño cuando amaneciera, forcejear solo hacía que yo mismo me dañara por adelantado.

“Todo es inútil...”

Finalmente, la mañana llegó, acompañada por el cantar de las aves y los rayos del sol que se colaban entre los huecos del techo.

Minutos después, la puerta crujió y se abrió. El mismo hombre que vino el día anterior entró.

Caminó lentamente con paso firme. Su cabello largo se movía de un lado a otro con cada paso.

—Buenos días, Kael —saludó con voz cortés. Tomó una silla y se sentó frente a mí—. Como prometí, te di tiempo para descansar. Ahora, me gustaría hacerte algunas preguntas.

“Entonces... ya es hora.”

Pensé. Durante toda la noche quise escapar, no solo por mi libertad y por miedo, también era para evitar este momento.

Alcé la mirada hacia él, observándolo con ojos perdidos. Mis ojeras eran bastante notables. No dormí debido a mis intentos de escape; para cuando me rendí, ya había amanecido.

Él me devolvió la mirada y pareció notar mi estado. Aun así, no le dio mucha importancia. Comenzó las preguntas de inmediato.

—¿De dónde vienes? —preguntó.

Esa pregunta fue como un balde de agua fría. Desde el principio debía mentir. Necesitaba recordar rápido alguna ciudad de este mundo.

Apenas conocía la geografía de este lugar. Lo poco que sabía lo había visto en el mapa de la cabaña de Gepo.

—Soy de... Aras —respondí.

Él se sorprendió ante mi respuesta. La ciudad de Aras quedaba al otro lado del continente; ver a alguien de tan lejos en ese lugar era poco común.

—¿Aras? —¿Cómo llegaste desde tan lejos? —preguntó con duda.

Si quería engañarlo, debía decir una mentira creíble. Fue difícil encontrar una, pero al final, recordé algo de mis conversaciones con Gepo.

—La guerra... Estoy huyendo de la guerra —susurré. Él me pidió el cómo, pero yo le di el porqué.

Aun así, él no cuestionó. Para mi sorpresa, simplemente se sorprendió. Aunque no le di la respuesta que él quería, lo que dije era plausible. Después de todo, el continente zafiro estaba en guerra. Ver a personas escapar de sus ciudades natales no era algo raro.

Él llevó una de sus manos a su mentón; parecía estar pensando en algo.

—Entiendo. ¿Cuál es tu destino final?

—No tengo uno. Yo... solo quiero sobrevivir —respondí de inmediato. No necesitaba pensar para responder eso. Era la única pregunta que podía responder de manera sincera.

El interrogatorio continuó durante horas. Tuve que responder pregunta tras pregunta, cuidando la coherencia entre mis mentiras. Fue difícil, pero lo pude lograr.

Las preguntas fueron variadas; preguntó desde mi afiliación hasta mi religión, e incluso si tenía algún tipo de entrenamiento militar.

Cuando todas sus preguntas obtuvieron respuesta, el interrogatorio terminó. No sabía qué pasaría conmigo a continuación, solo podía esperar misericordia de su parte.

Para mi sorpresa, no hubo golpes, violencia o algo parecido. En su lugar, él me desató. Cortó las cuerdas que apretaban mis muñecas y que me mantenían atado a la silla.

—Aún estás bajo revisión. Serás trasladado a una nueva casa y vigilado las 24 horas del día. Tendrás permitido explorar la aldea en compañía de algunos guardias; demuestra que eres de confianza y serás un aldeano más —dijo mientras se daba la vuelta.

Comenzó a caminar y salió de la habitación. Una vez estuvo fuera, 2 nuevas personas entraron. Parecían caballeros medievales.

Portaban armaduras de acero que cubrían su pecho y otras partes de su cuerpo, además de tener una espada enfundada en su cintura.

Ambos caminaron hasta mí, me tomaron de los brazos y me ayudaron a levantarme, apoyándome en ellos. Finalmente saldría de ese frío lugar.

Comenzaron a caminar, saliendo de la habitación donde me interrogaron. Cuando salimos, la sensación del aire fresco acarició mi dañada piel. Mirando a mi alrededor, noté el lugar donde me encontraba.

Era una aldea. Estaba formada por casas de piedra con techos de madera que eran bañadas en la luz roja del atardecer.

“Es... hermoso...”

Pensé. Mientras miraba el paisaje, los guardias me guiaban por los caminos de tierra que recorrían toda la aldea. Aquel momento era especial. Aunque fue solo por unos segundos, mi mente estuvo en paz.

Desde que había llegado a este mundo, solo había visto bosques oscuros y paredes de piedra. Ver tal paisaje era refrescante.

Nunca olvidé ese momento. Lastimosamente, terminó demasiado rápido. Para cuando me di cuenta, ya habíamos llegado a mi nueva casa. Estaba relativamente lejos del centro de la aldea.

—Entra —dijeron los guardias mientras abrían la puerta de madera.

Me soltaron para que pudiera entrar por mi cuenta, y una vez estuve dentro, cerraron y encadenaron la entrada.

—Mañana el jefe de la aldea, Mark, te dará un tour, descansa —explicó uno de ellos.

Yo, por mi parte, me recosté en el suelo. Ahora que estaba solo, pude saborear la libertad que se me otorgó. Aunque limitada, era mejor que estar atado.

Poder mover mis manos a placer era una sensación sencilla, pero que aprendí a valorar después de haberla perdido por un día entero.

Suspiré e inspeccioné lo que sería mi nuevo hogar. Lo que encontré me subió un poco el ánimo. Era comida y agua. Desde el día anterior, cuando me alimentaron y me dieron de beber, no había comido ni bebido nada. Me levanté y me apoyé en la pared, caminando hasta el barril de agua.

Cuando estuve frente a él, tomé una jarra de madera que estaba al lado del barril y me serví. Bebí hasta estar satisfecho, y también comí del pan que dejaron para mí.

Una vez satisfecho, seguí inspeccionando mi hogar con la mirada. A mi lado, había un baño, una toalla y ropa limpia.

No podía recordar la última vez que me bañé, y al oler mi cuerpo supe que había sido hace mucho tiempo.

Con manos temblorosas me quité mi corbata negra, seguida de mi camisa blanca y pantalón marrón, terminando con la ropa interior.

Entré al baño. No era como las duchas modernas. Las paredes eran de piedra y la forma de echarme agua encima era usando una jarra de madera para tomar agua de un cubo y luego tirarla sobre mi cuerpo.

Me agaché. Tomé agua con la jarra y la tiré sobre mí. Fue horrible, el agua parecía tener hielo. Ni siquiera el agua sacada de un refrigerador estaría tan fría.

Mi cuerpo tembló violentamente. Aunque solía tomar duchas frías en las mañanas, esto era otro nivel.

Aun así, no me detuve. El mal olor me motivaba a seguir adelante. Además, con cada jarra me acostumbraba más a la temperatura del agua.

El baño duró alrededor de 10 minutos. Quitar ese olor de mi cuerpo no fue tarea fácil.

Cuando por fin terminé, me sequé con la toalla que dejaron ahí. Una vez seco, fui a tomar la ropa limpia. Entonces, me vi al espejo de bronce que estaba clavado en la parte trasera de la puerta del baño.

Mis costillas estaban marcadas, mis labios agrietados y mi piel de tono claro estaba llena de rasguños.

Era irreconocible. Incluso mis ojos negros, que siempre habían brillado, ahora estaban perdidos y apagados.

“Lo siento... Gepo, lamento haberte matado.”

Pensé. Ahora que estaba solo de nuevo, tuve tiempo para recordarlo.

“Realmente lo siento...”