Capitulo 3 – Un vistazo al exterior

La noche anterior, lloré. Durante horas derramé lágrimas frente al espejo de bronce. Mi reflejo se sentía ajeno, como si fuera otra persona. Alguien que me juzgaba.

No quería verme así. Anhelaba poder ocultar aquella imagen con tela. Tontamente, me vestí con la ropa que dejaron para mí, teniendo esperanzas de que esas prendas pudieran ocultar mis heridas. No solo físicas, también mentales.

En el fondo, sabía que nada cambiaría por cubrir mi cuerpo, pero al menos no vería la persona en la que me convertí. Aún no estaba listo.

Me queda ancho...

Pensé. En condiciones normales, la ropa me habría quedado perfecta, pero debido a mi estado, me quedaba un poco suelta.

Me siento como una persona antigua usando esto...

Ajusté como pude la camisa de jabot color blanco y los pantalones negros. Era un tipo de ropa que solo había visto en películas. Aunque era algo rara, se sentía cómoda. Sin dudas, era mejor que usar ropa sucia.

Salí del baño y cerré la puerta detrás de mí.

Caminé hasta donde estaba lo que parecía ser mi cama. Era un montón de mantas apiladas una encima de la otra en el suelo. Dormiría ahí esa noche.

Me recosté lentamente; no me quejaría de poder dormir sobre mantas luego de haber dormido en el suelo del bosque.

Cerré los ojos. Esperaba que Gepo no apareciera en mis sueños esa noche. Por suerte, no lo hizo.

Tras una noche de sueño reconfortante, desperté. Eran alrededor de las 8 de la mañana. El motivo de mi despertar era el suave pero incesante golpeteo en mi puerta.

Alguien estaba tocando sin cesar. No tenía sentido. ¿Por qué tocar una puerta que no puedo abrir?

—¿Quién es? —pregunté a pesar de estar confundido.

El golpeteo en la puerta se detuvo cuando la persona al otro lado escuchó mi voz.

—Soy Mark, el jefe de la aldea —respondió alguien cuya voz me resultaba demasiado familiar—. Hoy te daré un tour para que conozcas el lugar, ¿estás listo? —preguntó.

Al escuchar su pregunta, me levanté de la cama y me paré frente a la puerta. La idea de poder salir a caminar era algo agradable.

—Estoy listo... —susurré.

Las cadenas que mantenían mi puerta cerrada cayeron al suelo de inmediato y la puerta se abrió.

La persona que la había abierto resultó ser quien me interrogó. Me sorprendí. Ver que mi interrogador también era el jefe de la aldea era algo que no me esperaba.

Sus ojos rojos se fijaron en mí. Instintivamente bajé la cabeza, queriendo evitar el contacto visual.

—Está bien, puedes salir —dijo él al notar que me quedé quieto en el mismo lugar.

Caminé con paso lento, saliendo de la casa. Al estar frente a él, recordé la sensación del interrogatorio. Volví a sentirme pequeño. Aunque ahora estaba de pie, mis 1,7 metros de altura no eran nada frente a él.

Solo su sombra ya era capaz de cubrir todo mi cuerpo.

—Bueno, ¿comenzamos? —preguntó. Su voz era igual de calmada que cuando me interrogó, pero esta vez ya no había hostilidad en ella.

Asentí en silencio. Desde que maté a Gepo, no me gustaba hablar mucho, ni siquiera conmigo mismo. Durante el interrogatorio solo hablé porque era una obligación.

Mark comenzó a caminar y yo lo seguí de cerca. Me mantuve en su espalda; no tenía la confianza de caminar a su lado o frente a él.

Mientras caminábamos, pude apreciar los detalles de la aldea que no noté el día anterior.

Los caminos de tierra estaban rodeados por pasto y hermosas flores que jamás había visto. Los alrededores de la aldea eran cubiertos por campos de cultivos y, a lo lejos, se apreciaba un enorme bosque, el mismo del que yo escapé.

Mark me guio por la aldea. Su paso era lento, manteniéndose cerca de mí. Mientras caminábamos, pensé en escapar más de una vez, pero tenía la certeza de que no lo lograría.

Mi cuerpo no estaba en condiciones óptimas para correr, y aunque lo estuviera, seguramente sería atrapado al instante.

No solo sería atrapado por Mark, sino también por los caballeros que entrenaban cerca de los campos de cultivo.

“Estoy atrapado...”

Pensé. Mientras caminábamos por la aldea, me sentí observado. Más tarde supe que los guardias de Mark nos seguían de cerca.

—Dime, Kael. —¿Cuál es el tamaño de tu recipiente? —preguntó Mark, deteniéndose frente a mí.

Su pregunta me desconcertó un poco. No sabía a qué se refería Mark con recipiente. Entonces, recordé la "recompensa" que me había entregado el sistema: despertar del recipiente.

Apenas recordaba lo que el sistema dijo ese día. En su mayoría, lo único que podía recordar era el infernal dolor por el que pasé. En aquel momento, el sufrimiento era demasiado como para recordar los pequeños detalles.

—Yo... no lo sé —respondí con sinceridad.

La cara de Mark cambió al escuchar mi respuesta. Pasó de una expresión tranquila a una de sorpresa.

Su reacción era algo normal. En este mundo, el recipiente es tan importante como la vida misma. No saber el tamaño de tu recipiente es como no ser consciente de tu propia existencia.

—¿No lo sabes? —respondió Mark mientras llevaba su mano a su mentón—. ¿Estás bromeando? —preguntó incrédulo.

Negué con la cabeza. Nunca fui alguien bromista, jamás bromearía en una situación así. Ante mi negativa, la expresión de Mark se volvió más sorprendida.

Suspiró. No podía creer mis palabras; jamás en la historia alguien no supo cuál era el tamaño de su recipiente.

—Bien, sígueme —dijo mientras comenzaba a caminar.

Lo seguí de cerca. Caminamos juntos durante algunos minutos hasta llegar a la casa más grande del lugar. Era la casa de Mark.

La puerta era custodiada por algunos guardias que se pusieron firmes al ver cómo Mark se acercaba a ellos.

Él les susurró algo al oído, los guardias asintieron y fueron dentro del recinto. Alrededor de 3 minutos después, salieron con un cristal blanco del tamaño de un puño entre sus manos.

Mark tomó el cristal y caminó hasta mí.

—Tómalo y deposita tu energía dentro —dijo mientras me extendía la mano.

Dudé algunos segundos, pero tomé el objeto. A pesar de eso, no sabía qué hacer, ¿cómo se suponía que depositaría energía en un cristal?

¿Depositar mi energía?

Pensé sin saber a qué se refería. Él me miró durante varios segundos, esperando a que hiciera lo que me pidió, pero nada pasó.

—¿A qué esperas? —preguntó.

No sabía muy bien qué responder. Solo podía preguntar. —¿Cómo deposito energía en esto?

Mark se sorprendió aún más. Primero lo del recipiente, y ahora no sabía cómo depositar energía. Resultaba alguien demasiado extraño a sus ojos.

—¿Hablas en serio? —preguntó incrédulo.

Su incredulidad solo creció más cuando asentí en silencio.

—¿Nunca te enseñaron a usar tu éter? Eso se lo enseñan a los niños cuando tienen 5 años —dijo aún sin poder creer en mis palabras.

Bajé la cabeza. Me sentí regañado ante su tono de voz. El mundo no me había tratado bien desde que llegué, ¿y ahora me estaban regañando?

¿Cómo lo sabría? Yo... no pertenezco a este lugar.”

Pensé mientras Mark suspiraba. Él se acercó más a mí y tomó mi mano, entrelazando nuestros dedos.

—Enviaré mi éter a través de tu cuerpo; este es el método que se usa para que los niños aprendan a usarlo —dijo mientras su cuerpo era cubierto por un aura azul.

El aura era como un humo brillante que se mantenía pegado al cuerpo. Ese extraño humo comenzó a fluir desde su mano, rodeando la mía.

—Siente el éter que está entrando y el que está surgiendo desde tu interior; de esa manera aprenderás a usar tu propio éter.

Asentí en silencio. No entendía del todo a lo que se refería, pero me daba miedo desobedecer sus órdenes. Cerré los ojos para concentrarme. Sentí como su éter entraba a mi mano a través de la suya; también pude sentir como una energía similar emergía desde mi interior. Ambas energías chocaron, y el éter que surgía desde mi interior comenzó a fluir por todo mi cuerpo.

Mis venas brillaron en azul, al igual que el día en que mi recipiente despertó. Mi cuerpo se sintió más ligero, más fuerte. Aunque aún seguía débil.

—Perfecto, ahora deposita esa energía en el cristal —dijo Mark mientras soltaba mi mano.