Ruby tuvo un sueño extraño esa noche. En su sueño, Ruby llevaba un vestido blanco que se extendía para cubrir sus piernas. Caminaba sobre una interminable extensión de rosas rojas.
Cada vez que Ruby daba un paso, tenía que vigilar dónde pisaba, o las espinas de los tallos de las rosas podrían arañar la superficie de su piel.
Su mano derecha sostenía un ramo de rosas. Su cabello dorado bailaba en el aire cuando el viento soplaba, junto con pétalos de rosa volando a su alrededor.
—¿Dónde estoy? —se preguntó Ruby a sí misma.
Ruby abrió los ojos de par en par y se sorprendió cuando su boca pudo emitir un sonido. Su voz sonaba brillante y dulce. Era también un sonido suave y cautivador que podría hacer que la gente quisiera escuchar su voz durante mucho tiempo.
—¿Puedo... hablar?
Inconscientemente, las lágrimas comenzaron a rodar por las mejillas de Ruby. Se dio cuenta de que el mundo ante ella no era real, pero aún así se sintió feliz cuando pudo escuchar su voz.