La gente de Annora arrojó una docena de antorchas de fuego a Rubelia, quien ya estaba bañada en queroseno. Las llamas se extendieron rápidamente por las estacas de madera y el cuerpo de Rubelia.
El calor abrasador recorrió la piel de Rubelia, y la superficie de su piel comenzó lentamente a agrietarse y quemarse junto con la leña que la rodeaba. El calor abrasador recorrió la piel de Rubelia, causándole un sufrimiento atroz.
Rubelia no podía escapar del castigo por el voto roto; tenía que enfrentar una muerte dolorosa y horrible como consecuencia.
—¡No mereces este castigo! —rugió Ruby bajo la madera ardiente. Las lágrimas llenaban su rostro, haciéndolo parecer caótico.
—Ruby, está bien —Rubelia tocó el hombro de Ruby—. Solo era un simple recuerdo.
A diferencia de Ruby, Rubelia no mostró ninguna expresión significativa. Simplemente se quedó quieta mientras observaba su cuerpo arder. Había presenciado el doloroso recuerdo tantas veces que Rubelia comenzó a volverse insensible.