Promesa del Meñique

—¿En serio? ¿De verdad va a pensar así? —Naya abrazó a Ruby aún más fuerte—. No quiero que Abell me deje sola.

Naya ya no tenía padres ni familia aparte de Abell. Naya estaría completamente sola en el mundo si su hermano también moría.

Ruby acarició suavemente el cabello de Naya y susurró:

—No te dejará, te lo prometo.

Las palabras de Ruby calmaron lentamente el corazón de Naya. Su cuerpo se relajó más, y las lágrimas ya no rodaban por sus mejillas.

Por alguna razón, Naya estaba convencida de que la promesa de Ruby no eran solo palabras vacías, sino una promesa que se haría realidad.

—Pero Naya, también debes pensar en tu propia salud —Ruby soltó el abrazo y tomó un plato de la mesa—. Tienes que comer aunque no tengas apetito.

Naya se secó las lágrimas.

—¿Su Majestad también come aunque no tenga apetito?