Los Pequeños Celos de Matthew

—¿La compadeciste? —preguntó Ruby.

—No. —Basen entreabrió las cortinas de la ventana para poder observar la nieve que caía del cielo—. Pero la amaba.

En ese momento, cuando el veneno había destruido todos los cuerpos de los aldeanos, Basen se transformó nuevamente en humano. Sus ojos parecían afilados mientras miraba a Viviana, quien temblaba de miedo.

Viviana estaba sentada en el suelo, con la ropa sucia por intentar arrastrarse lejos, pero el remolino de sangre siempre le bloqueaba el paso. Sus pupilas se movían en direcciones aleatorias, y no podía dejar de llorar.

—Por favor, perdóneme, Señor —la voz de Viviana temblaba mientras intentaba arrastrarse hacia atrás—. Me equivoqué porque estaba tratando de molestarlo.

Basen no prestó atención a las palabras de Viviana; sus pasos sonaban firmes mientras caminaba hacia ella.

—Viviana, no soy una buena persona —afirmó Basen—. Y tampoco soy el tipo de bestia que dejaría vivir a su presa.