Ruby y el Marqués Barnette abrieron los ojos de par en par después de escuchar las palabras del hombre. Se frotaron repetidamente los ojos para asegurarse de que no estaban alucinando.
Sin embargo, no importaba cuántas veces Ruby se frotara los ojos, el hombre seguía de pie y parecía una persona real. Sus características físicas no habían cambiado en absoluto, por lo que Ruby concluyó que no estaba soñando.
Ese hombre era verdaderamente Oscar Barnette.
Su hermano, que debería haber muerto hace varios años.
Ruby fue incapaz de mantener la compostura. Se movía inquieta en su silla y no podía dejar de golpear el suelo con el pie mientras pensaba intensamente sobre por qué Oscar estaba de pie frente a ella.
Siempre había pensado que ver a Oscar cuando fuera adulto era imposible, pero de repente esa imposibilidad fue rota por una anomalía que Ruby no podía entender.