Holden cerró la puerta del carruaje después de que Ruby y Matthew entraran. Cuando sus ojos miraron a Ruby a través de la ventana, quedó momentáneamente deslumbrado por su belleza que brillaba como un diamante.
Sabía que Ruby era su reina y la esposa de su Rey, pero Holden no podía apartar la mirada de Ruby. La Reina era demasiado deslumbrante para los ojos de un hombre, y ese hecho hizo que Holden se preocupara por sí mismo.
—No mires demasiado tiempo —advirtió Matthew mientras cerraba la ventana del carruaje para que nadie más pudiera ver a su esposa.
Matthew suspiró y sostuvo su adolorida frente. —No esperaba que el efecto de la reliquia de la Luna de Sangre fuera tan fuerte. Ahora tengo que proteger a mi esposa de los cerdos salvajes.
Ruby inclinó la cabeza y sonrió. —Lamento haberte causado problemas.
Aunque dijo eso, Ruby no mostró ninguna culpa en su rostro. En el fondo de su corazón, disfrutaba secretamente del comportamiento celoso de Matthew, que le parecía adorable.