Creo que me lastimó el útero o me desacomodó un riñón. Esa verga monstruosa era casi tan larga como mi muslo, y mi pobre coño estaba a punto de perder una de sus vidas.
—Hora de limpiarse, nena.
—Ni hablar, estoy acabada y no puedo sentir mis extremidades —me dio una nalgada juguetona, pero ni siquiera eso pudo hacerme reaccionar. Finalmente, me arrastró de la cama a la ducha. Creo que me quedé dormida apoyada contra su pecho en la cabina de la ducha.
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LYON
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No hace falta decir que después de nuestro sexo descontrolado, sumado al duro viaje del día, estábamos agotados. Esa noche, como todas las demás desde que la tomé por primera vez, durmió envuelta en mis brazos. El peso de su pequeño cuerpo tan cálido contra el mío era lo más reconfortante que he sentido en mi vida.
Temprano a la mañana siguiente, antes de que el sol se hiciera presente, estábamos listos para partir.