"""
—¿Ciro, amigo, estás listo para irnos?
Encontramos a Ciro en la habitación del hotel que habíamos alquilado para él con sus pocas y humildes pertenencias empacadas y listo para partir. Me gustó la chispa de emoción que vi en los ojos del viejo cuando le dimos las llaves del auto de alquiler que conseguimos para que nos siguiera a casa.
—No he manejado un vehículo en años, hijo —jugaba con las llaves en su mano.
—Ya te acordarás y si te pones nervioso, uno de los muchachos estará más que feliz de tomar el volante, sin problema.
—No-no, no quiero molestarlos más de lo que ya lo he hecho, ya están haciendo tanto por mí —parecía que estaba a punto de llorar.