Resulta que no hizo falta mucho para animar al imbécil a que se largara. El hijo mayor de Vanessa lo había mantenido a raya hasta que llegamos y, a sus quince años, le había dejado claro a su viejo que no iba a aguantar más sus mierdas.
Es una mierda que un niño tenga que enfrentarse a su padre, pero mostró el tipo de hombre en el que se iba a convertir.
Mantuvo a salvo a su madre y a sus dos hermanas una vez más. Todo lo que me quedaba por hacer era reforzar con un poco de fuerza muscular que su familia estaba fuera de límites.
Tuve una agradable charla con Vanessa sobre la posibilidad de mudarse. Vivía en un lugar remoto donde la ayuda más cercana estaba a unos quince minutos, no era bueno.